Los juguetes despiertan por Navidad la nostalgia de los adultos, y son la materia que da forma a los sueños de los niños. Pero hay mucho más, porque los juguetes son una pieza fundamental e histórica en la provincia de Alicante, dentro de su industria cultural, ya que en su día ocuparon un lugar tan destacado como hoy lo hacen la gastronomía y el calzado.

Así, bajo estas premisas, el IAC Juan Gil-Albert, de la Diputación de Alicante, ha dedicado su revista Canelobre y una amplia exposición a la industria cultural del juguete en la provincia. Una publicación y muestra que no solamente se centran en los grandes centros de producción como Ibi, Dénia y Onil, sino en otras muchas localidades como Biar, Castalla, Ondara y Beneixama, donde este mercado también se desarrolló.

La revista Canelobre ha sido coordinada por José Ramón Valero Escandell (profesor del departamento de Geografía Humana de la Universidad de Alicante) y Alfonso Payá (perteneciente a una de las sagas jugueteras más importantes de la provincia), e incluye distinguidas firmas del sector del juguete que analizan y trabajan, desde distintos prismas, el mercado y los centros de producción. De este modo, el monográfico del IAC Juan Gil-Albert (con más de 250 págins) aborda la publicidad, el valor educativo y el significado de los juguetes en tiempos de guerra, con colaboradores como Carlos Salinas (catedrático del IES Enric Valor, en El Campello); Dolores Fernández (de la Universidad de Alicante) o Enrique Seguí, María Costa y Maite Romero (de AIJU, Asociación de Investigación de la Industria del Juguete). Y por supuesto, Canelobre también pone su foco de atención en la imprescindible labor de archivos y museos del juguete en la provincia, a través de las voces de Josep Antoni Gisbert Santonja (Museu dels Joguets de Dénia), Pilar Avilés (Museo Valenciano del Juguete de Ibi) y Fabiola Juan (Museo de la Muñeca de Onil), en una revista que tampoco olvida el testimonio de antiguos protagonistas y el papel de los coleccionistas como conservadores de un legado único.

«En las últimas décadas del siglo XIX al inicio del XX, gracias a fabricantes como Eduardo Juan en Onil, los hermanos Payá en Ibi o los Ferchen en Dénia, surge tenaz la moderna industria juguetera alicantina, que en pocos años supo convertirse en la mayor de España, en dura competencia con otros empresarios catalanes», apunta el historiador José Ramón Valero Escandell en su artículo El juguete alicantino: industria e identidad.

En este sentido, cabe destacar además cómo Canelobre ofrece al lector una interesantísima visión histórica del proceso del juguete, desde las primeras piezas confeccionadas con madera, al paso de la hojalata, el metal, la moda del sport (patines, triciclos), la introducción del mundo Disney a la revolución del plástico, la electricidad y la electrónica de los últimos tiempos. «¿Quién que haya crecido en cualquier parte de España no recuerda algún juguete de su infancia fabricado en estas tierras? Muchos de ellos alcanzaron la categoría de juguetes míticos, como el Bugatti de Payá Hermanos S.A., o el Silver Bullet de Rico S.A., o los trenes de ambas firmas; o innumerables muñecas de Onil, pero también de otros lugares, desde las viejas peponas a la Cayetana, la Nancy -tal vez, la que mejor simboliza el desarrollismo y el cambio de las españolas-, las Barrigitas, Chabel o Babyfeber, o aquellas muñecas repollo de Jesmar. Junto a ellos, más si cabe, los triciclos, cochecitos a pedales o disfraces de Dénia que están presentes en innumerables fotografías de los álbumes familiares», agrega Valero Escandell.

Por esto mismo y mucho más (docenas y docenas de imágenes ilustran la revista), Canelobre es una publicación que suscita la nostalgia del adulto, pero que a su vez nos permite adentrarnos en la memoria, las raíces y la identidad territorial de muchos de los pueblos y localidades de la provincia de Alicante. De hecho, el juguete industrial ofreció una actividad rentable que evitó y redujo la emigración, además de dar trabajo a las mujeres. Y más tarde, permitió el aumento de nivel de vida y consumo de muchas de las familias alicantinas, e incluso atrajo a centenares de personas de otras tierras. Riqueza y prosperidad de una industria cultural que hoy aún pervive, pese a la brutal competencia de los videojuegos y las mercancías procedentes de China y Asia.

Exposición

La exposición de juguetes antiguos, Joguets, está integrada por fondos de la familia Payá, con una espectacular maqueta de tren de 1930 que ocupa 18 metros cuadrados, y aportaciones del Museo Valenciano del Juguete de Ibi, Museo de las Muñecas de Onil y el Museo del Juguete de Dénia, con casi 200 piezas que abarcan desde el período de finales del siglo XIX hasta los años 80. «Además, contaremos con la cesión de la casa de muñecas propiedad de la familia Bono Guardiola, réplica de la Casa Bardín de principios del siglo XX», señala Queru Blanco, directora de Revistas del IAC Juan Gil-Albert, quien ha supervisado todos los trabajos de este último número de Canelobre y la exposición, al tiempo que agradece la implicación del arquitecto Ángel Rocamora (diseñador de la muestra), a Caurina Diseño y a la subdirectora y compañera de su mismo departamento, Pilar Tébar. «La muestra se prolongará durante dos meses en las instalaciones de la Casa Bardín, calle San Fernando 44 de Alicante, coincidiendo además con el periodo navideño durante el cual también se va a abrir las puertas los fines de semana», agrega.

Por su parte, el director del IAC Juan Gil-Albert, José Luis Ferris, señala que, tras los Canelobre dedicados a la fotografía y Tabarca, tenían ya en mente realizar uno sobre la historia del juguete, a lo que se sumó posteriormente la idea de arroparlo con una exposición. «Es sin duda la más ambiciosa muestra que ha pasado por la Casa Bardín en toda su historia, en la que han colaborado todos los departamentos porque todos se han volcado, y para poder compararla con alguna de tal calibre habría que remontarse a la que se dedicó a Miguel Hernández en 1992», explica. «Este Canelobre rinde homenaje a un siglo de producción que tanto identifica a nuestra provincia, y por otro lado la exposición nos permite sacar a la calle el IAC Juan Gil-Albert, para que sea visitado tanto por mayores como por los niños», concluye.