La decadencia de la fiesta en El Campello: de tener la mejor sala de Europa a poner limitadores para no molestar a los vecinos

El alcalde, Juanjo Berenguer, tilda de "incomprensibles" las quejas de algunos residentes, que ya en el pasado supusieron el cierre del Gallo Rojo, templo de la música que situó al municipio entre los referentes de la noche

Ahora, las críticas se ceban con los chiringuitos, que ofrecen actuaciones en directo que se han convertido en un gran reclamo durante la temporada vacacional y en el foco de denuncias interpuestas por una minoría

Concierto de Ramoncín en Gallo Rojo; a su lado, una imagen captada desde el balcón por un vecino que critica la afluencia de los conciertos.

Concierto de Ramoncín en Gallo Rojo; a su lado, una imagen captada desde el balcón por un vecino que critica la afluencia de los conciertos. / INFORMACIÓN

Artistas internacionales de la talla de Louis Armstrong o Ray Charles, o grandes voces del panorama nacional como Joan Manuel Serrat, Rocío Jurado... Estrellas de la música que iluminaron en el pasado la noche en El Campello, que no siempre estuvo tan apagada como ahora. Porque hubo un tiempo en el que el municipio fue el referente del ocio nocturno entregado a la formidable luz de su faro, el Gallo Rojo, considerado como la mejor sala de fiestas de Europa. Lo que hoy día es inimaginable fue antaño una realidad cuyo final supuso "un duro golpe".

En esos términos se expresa el alcalde de la localidad, Juanjo Berenguer, convencido de que las "denuncias vecinales" propiciaron la caída no de un templo, sino de un imperio. Ahora, cuando la historia no ha tenido ocasión aún de repetirse y cuando el ocio está todavía lejos de resurgir de sus cenizas y recuperar el trono que en otra época ocupó, la misma amenaza se presenta de nuevo. Esta vez, la sombra se cierne sobre los chiringuitos, locales a los que algunos residentes han declarado la guerra.

Actuación en una abarrotada sala Gallo Rojo, en 1972.

Actuación en una abarrotada sala Gallo Rojo, en 1972. / Perfecto Arjones

¿El motivo? Las actuaciones de música en directo que estos negocios han comenzado a ofrecer durante los últimos años y que son un gran reclamo en la campaña vacacional. Lo cierto es que la escena que generan estos eventos es a lo que aspiraría cualquier municipio costero y no tiene nada que ver con las desagradables imágenes que deja a su paso el turismo de borrachera tan asociado a algunas ciudades del litoral. En este caso, solo hay una playa nada masificada, arena, mar, los últimos rayos de sol cediendo paso a la noche y un sinfín de familias y grupos de personas de todas las edades que montan sus sombrillas y carpas alrededor para disfrutar de la banda sonora de los conciertos.

Sin embargo, lo que a priori parece un buen plan no convence a algunos vecinos, que han conseguido que la defensa de la más justa de las causas, el descanso, haya sido poseída por un espíritu inquisidor. Algunos habitantes de la localidad han tomado una posición tan beligerante que han obligado al Síndic de Greuges a mediar en esta polémica, lo que a su vez, ha propiciado que el Ayuntamiento haya tenido que tomar cartas en el asunto, a pesar de que el primer edil, que advierte de que "no limitaremos ninguna actividad de ocio", considera "incomprensibles" algunas de las quejas.

Sea como sea, lo cierto es que el Consistorio ha actuado y ha solicitado instalar limitadores de sonido en los chiringuitos. Estos aparatos darán aviso a la Policía Local en caso de que el volumen sobrepase el límite indicado en el pliego del contrato. Para poner en marcha esta medida, negocios como Moana, establecimiento que se ubica en la parte sur de la playa del Carrer la Mar, han tenido que invertir 10.000 euros para adquirir el equipamiento con el que se calibrará el número de decibelios. El objetivo es controlar la actividad sonora del local, de manera que el ruido que llegue a las viviendas colindantes no supere los 70 decibelios, intensidad de sonido que alcanza una conversación entre dos personas.

En cualquier caso, el dueño del establecimiento promete que habrá conciertos, siempre "desde la absoluta legalidad", aunque pide al Ayuntamiento que conceda días de excepción para que estos eventos puedan estar a la altura de la expectación que generan. Tal como aseguran empleados del chiringuito, cada día se acercan a preguntar "un montón" de personas, interesadas en saber si va a haber música. El responsable del local afirma contar con el apoyo de la mayoría de vecinos, "encantados" de cómo el chiringuito ha revitalizado la zona, así como del sector restaurador y hotelero, que acaban recogiendo parte de los frutos que produce esta firme apuesta por la música en directo, que tantas alegrías dio al municipio en el pasado.

Limitador de sonido instalado en un chiringuito de El Campello.

Limitador de sonido instalado en un chiringuito de El Campello. / Aitor Soler

Persecución

En la actualidad, los chiringuitos se han afianzado como la resistencia del ocio en la ciudad y portan el estandarte de un sector que sufre lo que casi se podría considerar como una persecución. Eso es lo que ocurre en un local del centro del pueblo, que trata de sembrar la semilla del tardeo en la localidad, con sesiones los sábados de 17.00 a 20.00 horas que siempre acaban igual, con los agentes yendo a extinguir este conato de fiesta. De hecho, en algúna ocasión los efectivos policiales acudieron "dos veces en un día". De ello da cuenta la gerente del negocio, que explica que "he pagado lo que no está escrito" para tener licencia, que todavía no se ha materializado debido a los tiempos del Ayuntamiento.

"Lo tengo todo pedido, pero no conseguido", admite la propietaria, que no disimula su malestar por el hecho de que "la Policía dé veracidad" a la queja de unos pocos, como unos vecinos de Elda con una vivienda vacacional en El Campello, y que durante su estancia llamaban para quejarse del bullicio de las conversaciones de los clientes del local. "Al final le doy trabajo a 20 personas", expresa la responsable de este establecimiento, que invita a pensar qué es más importante: el empleo o las denuncias de una minoría. Mientras tanto, seguirá trabajando para satisfacer la demanda de ocio que late en la ciudad, convencida de que "nicho de mercado hay".

Pueblo dormitorio

En el mismo tono se pronuncia una de sus clientas, Conchi, que coincide en el diagnóstico con la hostelera: "Si quieres hacer algo, no puedes". La vecina lamenta que el problema que ella sufrió de joven también lo estén padeciendo sus hijos y teme que lo vayan a padecer sus nietos: el tener que ir a otro sitio a buscar fiesta porque la situación "no tiene visos de cambiar". La mujer no esconde su tristeza al ver que El Campello se ha convertido en un "pueblo dormitorio", una idea que rechazan desde el equipo de gobierno y que tratan de responder con cifras, como las correspondientes al incremento de visitantes que la ciudad registra durante los fines de semana en las horas previas a la comida y la cena.

Este y otros datos, como el elevado porcentaje (65%) de ocupación turística de media anual en el municipio, tratan de maquillar una realidad que el propio Consitorio reconoce, consciente de que sobre todos los jóvenes buscan su diversión en Alicante y playa de San Juan. Sin ir más lejos, el pleno aprobó el pasado febrero instar a la Generalitat a ampliar el horario del TRAM que conectar el municipio con las principales zonas de ocio nocturno.

La propuesta fue respaldada de forma unánime, aunque el deseo del equipo de gobierno es que El Campello no dependa de la oferta de la capital, razón por la que el Ayuntamiento "organiza permanentemente actividades culturales y deportivas" que repercuten en los bares y restaurantes, como sucedió en la reciente edición de "El Campello Fitness", que congregó a cientos de visitantes que provocaron que el paseo del Carrer la Mar, y los negocios que lo flanquean, ofrecieran una imagen propia de los días más fuertes de agosto.

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