La escena final de los videoclubs en Alicante

Tras el inminente cierre del establecimiento de Petrer, en la provincia solo queda uno en Alicante y otro en Sant Joan

La pandemia supuso un punto de inflexión para estos negocios, llegando a afectar más que la irrupción de las plataformas

Los últimos videoclubs de Alicante

Rafa Arjones

Recuerdo ir al videoclub acompañada de mi madre los fines de semana después de terminar las actividades en el centro juvenil. A pesar de que había miles de películas para elegir, siempre terminaba escogiendo las mismas. Me encantaba verlas una y otra vez. Tenía alrededor de 9 años en ese entonces. Es paradójico pensar que la sensación de felicidad que experimentaba al ir al videoclub ya no la disfrutan los niños de 9 años de hoy en día. Ahora, con todo un catálogo de películas y series disponibles con solo presionar un botón, el videoclub se ha trasladado a casa, pero no es lo mismo. No es lo mismo porque no están Juan y Magdalena del videoclub Valle en Petrer, ni Juan Vicente del videoclub Jaime I en Sant Joan y tampoco los hermanos Manuel y Javier del videoclub Armero en Alicante.

Coincidencia o no, las tres únicas tiendas de alquiler de películas que quedan en la provincia abrieron de forma consecutiva en la década de los 80. En 1985, el videoclub Valle levantó las persianas en la plaza de España de Petrer, un año después, en 1986, el videoclub que lleva el nombre de la calle Jaime I abrió sus puertas en Sant Joan y, en 1987, el Armero empezó a funcionar en el barrio Los Ángeles en Alicante.

Algunos de los títulos más antiguos del videoclub Jaime I en Sant Joan.

Algunos de los títulos más antiguos del videoclub Jaime I en Sant Joan. / Rafa Arjones

De los tres videoclubs, uno pronto se despedirá para siempre. Se trata del videoclub Valle de Petrer, cuyos dueños, Juan Sáez y Magdalena Mira, se embarcaron en el negocio del alquiler de películas cuando solo tenían 22 y 17 años, respectivamente. Juan se dedicaba al calzado, pero encontró la oportunidad de adquirir el traspaso de una tienda de fotografía que incluía una pequeña sección de videoclub y, aunque dudó un poco, finalmente decidió echarse adelante. Su esposa Magdalena se unió a esta aventura que ha marcado sus vidas desde entonces.

Después de unos meses en la plaza de España, en 1986 decidieron trasladarse a un local en la calle Sebastián Elcano, y finalmente, en 2001, se establecieron de manera permanente en la calle Hernán Cortés. Adquirieron este último local, ya que era un espacio amplio que se ajustaba a sus necesidades.

«Cuando empezamos fue toda una revolución el cine en casa. La gente devoraba las películas»

Juan Sáez

— Dueño del videoclub Valle en Petrer

Recuerdan con nostalgia que cuando inauguraron el negocio, solo en Elda y Petrer había 45 videoclubs. «Fue toda una revolución el cine en casa. La gente devoraba las películas, le daba igual que fueran de chinos, americanos...».

Confiesan que les quedan todavía «unos años» para la jubilación, pero sienten que ha llegado el momento de poner fin a lo que alguna vez fue un negocio que parecía interminable. «El videoclub siempre ha enfrentado problemas, desde las copias ilegales hasta los alquileres comunitarios, donde la gente, de forma clandestina, alquilaba películas para compartirlas con varias personas, y el fenómeno del top manta. A pesar de ello, logramos mantenernos a flote. Sin embargo, la situación ha ido deteriorándose gradualmente, y la pandemia ha sido el golpe final. Las plataformas podrían haber sido una competencia con la que podríamos haber coexistido, pero la pandemia...», lamenta Juan Saéz. 

«Durante la cuarentena, cuando no se podía salir a la calle, aquellos que no estaban suscritos a las plataformas empezaron a hacerlo. Decidimos abrir los domingos porque las plataformas operaban los 365 días del año», argumenta Magdalena Mira.

«Durante la cuarentena, aquellos que no estaban suscritos a las plataformas empezaron a hacerlo»

Magdalena Mira

— Dueña del videoclub Valle en Petrer

La pareja sostiene que cada vez la clientela se hacía más de rogar y los 23.000 títulos que guardan en sus estanterías infinitas cada vez tardaban más en salir. Una situación impensable en décadas pasadas, cuando recuerdan que en numerosas ocasiones, especialmente los fines de semana, tenían que reabrir el videoclub después de la medianoche, hora de cierre, porque aparecía algún cliente diciendo: «Me habéis dejado sin película».

Confidentes

Su función en muchas ocasiones iba más allá del alquilar y recomendar títulos. «Hacíamos de psicólogos, porque tomábamos cierta relación con la gente», admite Juan. Algo similar le ocurre a Juan Vicente Soler en su videoclub de Sant Joan. «Somos una familia, el cliente viene a contarte sus alegrías y penas, somos como el segundo cura del pueblo», reconoce.

Juan Vicente se adentró en el mundo del alquiler de películas con 16 años, pero no comenzó en un videoclub. «Me gustaba mucho la electrónica y me puse a trabajar en un taller donde un hombre que se llamaba Paco me enseñó a reparar televisiones. Paco tenía un pequeño videoclub también». Pero cuenta que fue al volver del servicio militar en 1986 cuando dio el paso de montar un taller de reparación y videoclub en un local familiar en la calle Jaime I. Todo para ayudar a su padre, según apunta. «Al final acabé dedicándome al cien por cien al videoclub porque me daba más satisfacción». 

Juan Vicente, frente a las puertas de su videoclub, el Jaime I de Sant Joan.

Juan Vicente, frente a las puertas de su videoclub, el Jaime I de Sant Joan. / Rafa Arjones

Ahora Juan Vicente ha tenido que incorporar servicios como la digitalización de cintas de VHS o artículos de merchandising para seguir adelante. Revela que también vienen coleccionistas en busca de títulos específicos o videojuegos de consolas antiguas. «Me traen listados de películas que no encuentran y las que están en mi mano se las consigo. Así vamos sobreviviendo», cuenta. 

Juan Vicente señala que para él, el negocio del videoclub tuvo «dos bajadas». La primera, con la aparición de grandes cadenas de televisión y, después, con las plataformas. Lamenta que la sociedad en general «se ha hecho muy cómoda», ya que asegura que por 35 euros se puede adquirir un reproductor de DVD. «Si no se puede enchufar de primeras a las televisiones nuevas se pueden comprar adaptadores, pero la gente es muy reacia». 

El futuro del videoclub Jaime I de Sant Joan pasa por la jubilación de Juan Vicente, la cual está fechada en los próximos cuatro años: «Procuraré cumplirlos porque es mi vida, pero no lo sé», adelanta.

«Los coleccionistas me traen listados de películas que no encuentran y las que están en mi mano se las consigo»

Juan Vicente Soler

— Dueño del videoclub Jaime I en Sant Joan

El videoclub de la familia Armero en Alicante dio sus primeros pasos en 1987, de la mano de los padres de Manuel y Javier, actuales dueños del establecimiento que se encuentra en el barrio de Los Ángeles. Los Armero empezaron en un primer local que pronto se les quedaría pequeño, por lo que decidieron trasladarse al de la calle Nostra Senyora del Angels, donde siguen 37 años después. Hasta 2001 compaginaron también otro negocio en el barrio de Babel, en la avenida de México, que tuvo que cerrar por circunstancias de la familia. 

Los hermanos Manuel y Javier Armero tienen el cine en las venas, pues, tal y como cuentan, llevan desde los 15 años ayudando en el negocio familiar. «Veníamos cuando aún estábamos estudiando y le echábamos una mano a nuestros padres, así que es nuestra vida. Recuerdo salir del colegio, coger el autobús y venir al videoclub porque era una época de mucha gente y mucho trabajo, además nos gustaba», comentan.

Más servicios

Al igual que Juan Vicente en Sant Joan, los Armero en Alicante han implementado otros servicios para subsistir, que aseguran son «primordiales» por encima del alquiler de películas: digitalización, servicio de paquetería, y venta de bebidas y snacks.

Ambos reconocen que la pandemia hizo mella en el alquiler de películas. «Fue un momento que las plataformas aprovecharon para meterse de lleno en las casas. La gente no tenía forma de ver las películas si no era a través de ellas. Resultó ser un antes y un después porque antes del covid la cosa estaba floja e iba en descenso, pero lo que vivimos en 2020 fue una bajada de golpe», relatan.

Los hermanos Armero posan junto a las películas que tiene en venta en la actualidad.

Los hermanos Armero posan junto a las películas que tiene en venta en la actualidad. / Rafa Arjones

Los hermanos recuerdan cómo se llenaba el local, especialmente los fines de semana. «La gente estaba deseando venir. Se creaba un ambiente muy sano», comentan. Ahora, siguen viniendo con sus hijos aquellos matrimonios que antes venían con sus padres: «Han venido tres generaciones, el abuelo, el padre y el nieto. Lo hacen para que los niños puedan vivir la experiencia». Los Armero cuentan que la gente sigue acudiendo al videoclub en busca de los últimos estrenos y de títulos como Los Gremlins, que son difíciles de encontrar en el catálogo de las plataformas.

«El fin de semana la gente estaba deseando venir. Se creaba un ambiente muy sano»

Hermanos Armero

— Dueños del videoclub Armero en Alicante

Los tres videoclubs coinciden en que el cine de terror es lo que más se ha alquilado a lo largo de los años. «Se puede decir que es un género en el que estamos especializados», destacan los hermanos Armero, que hasta día de hoy continúan aconsejando a quienes deciden visitar el videoclub para alquilar una película. Juan Vicente en Sant Joan seguirá ejerciendo este papel por el momento, mientras que Juan y Magdalena en Petrer pronto echarán el cierre definitivo, dejando atrás una era de recuerdos que quedarán filmados en la memoria de aquellos que alguna vez recorrieron los pasillos de su querido videoclub.