Es otra demostración de la crisis que atraviesa el actor Adam Sandler en los últimos tiempos, involucrado en proyectos de muy frágil envergadura en los que supedita su lucimiento y su verborrea a los restantes factores de la película. Comedia a su medida, no en balde es también productor, sus escasos momentosde diversión y de humor no compensan un producto manifiestamente endeble que arrastra desde el principio el handicap de una vulgaridad que resulta muy molesta porque carece de chispa y de ingenio. Solo esporadicamente,en efecto, la dinámica de la frustración y de lo burdo cambia de signo pero apenas se trata de un espejismo. Si además el espectáculo se prolonga casi dos horas, todavía muestra de forma más patente sus carencias.

Dos ilustres veteranos, James Caan y Susan Sarandon, aportan algo de frescura a los fotogramas en sus breves apariciones. El Donny Berger que incorpora Sandler es el típico padre irresponsable, que ha vivido toda la vida al margen de su hijo, Todd, pero que llegado el momento, cuando se encuentra a las puertas de ir a la cárcel por impago de la declaración de la renta, se presenta ante él para que le deje el dinero de la deuda. La fatalidad quiere que el día en que irrumpe ante él sea la víspera de la boda del hijo, un ejecutivo de Wall Street bien instalado y con brillante futuro. Y eso no es lo peor, ya que el hijo ha contado a su prometida y a la familia de ésta que sus padres murieron, lo que obliga ahora a convertir a Donny en su mejor amigo. Eso tras superar el engorro y las molestias que ha supuesto para Todd encontrarse con un ser del que no quiere saber nada.

La película tiene un prólogo elocuente, en el que un Donny adolescente no sólo se enamora de su bella profesora, también la deja embarazada valiéndose de sus artimañas y de la adicción al sexo de aquella, que ingresará en prisión después de dar a luz a Todd, el hijo de ambos. Se forjan así las bases del carácter del protagonista, un tipo extrovertido, chabacano y sin sentido del ridículo.