La autenticidad de los personajes se impone de principio a fin de forma que este retrato puntual de una gran familia a lo largo de una intensa jornada acaba contagiando al espectador y logrando el pequeño milagro de que se involucre de lleno en lo que está viendo, superando con creces su inevitable pasividad.

La actriz, guionista y realizadora Julie Delpy ha firmado la mejor de sus tres películas como directora, tras 'Dos días en París' y 'La condesa', construyendo un producto coral encantador que tiene mucho de comedia pero también instantes de un intenso dramatismo. Premio del Jurado en el Festival de San Sebastián, hay en ellas muchas cosas autobiográficas, pero también otras de ficción y está dedicada a su madre, que es el personaje de Anne, que murió solo un año y medio antes de iniciarse el rodaje.

En un reparto en el que una veintena de actores de todas las edades se reparten el protagonismo hay que destacar a dos ilustres veteranas del cine galo, una Emmanuelle Riva que trabajó con Resnais y una Bernadette Lafont que estuvo a las órdenes de Truffaut. Este encuentro familia surge de la memoria de Albertine, una madre que se siente frustrada porque unos viajeros poco solidarios no les han cedido los asientos para que pudiese viajar sentada junto a su familia.

Una soledad forzada que, sin embargo, le abre paso a la memoria, trasladándola a 1979, cuando ella tenía 11 años y acompañó a su padres a casa de su tia Suzette para asistir en un día de verano a la fiesta de cumpleaños de su abuela. Es un día especial por muchas razones, porque las noticias indican que el satélite Skylab podría caer en esa zona de Francia y provocar una tragedia, y porque a lo largo de ese tiempo va a vivir intensamente su despertar al amor y su abandono definitivo de la infancia. Tanto en los personajes adultos como en los niños, la cineasta se hace con las riendas humanas y psicológicas de unos seres llenos de vida que da la impresión de que improvisan por su naturalidad.