Los aciertos prevalecen sobre los errores y aunque no siempre su capacidad crítica y su análisis de personajes y situaciones es lo brillante que sería de desear, es obvio que el retrato que se efectúa de un determinado colectivo es, a la vez, divertido y elocuente.

Con estructura de comedia sentimental, la cinta pretende sacar a relucir las frustraciones y las carencias de todo tipo que sufre un grupo de cuarentones italianos que compartieron 20 años atrás las aulas y la amistad y a los que la vida, con sus habituales vicisitudes, encaminó por distintas profesiones y responsabilidades. Obligados a reencontrarse de nuevo para presentarse a examen de graduación que ha sido anulado por un error administrativo, seis de ellos van a compartir otra vez vivencias y experiencias que definen en buena medida un factor generalizado, la incapacidad de todos ellos de asumir una plena madurez y de pretender refugiarse todavía en una juventud que han dejado atrás.

Verdadero éxito en las pantallas de Italia, donde la vieron más de 2.600.000 personas y que ha motivado una segunda parte, Inmaduros: el viaje, que ya se ha estrenado en el país transalpino, es el segundo y mejor largometraje de un Paolo Genovese, responsable también del guión, que demuestra conocer a fondo a sus paisanos y, sobre todo, la realidad social y humana de la generación a la que él mismo representa.

A pesar de que no todas las consideraciones que muestra, que quieren ser representativas de buena parte de los problemas que afectan a la clase media, tienen el calado y la convicción necesarias y se produce algún ligero lapsus, no se perjudica gravemente la estabilidad de los fotogramas. En las circunstancias que viven Giorgio, Lorenzo, Piero, Luisa, Virgilio y Francesca, a los que se unirá finalmente Eleonora, se resumen los problemas sentimentales y de pareja, por un lado, de buena parte de la sociedad actual y los laborales y de relaciones con los padre, por otro, que son menos comunes pero significativos.