Parece que el cine finlandés (sí, les juramos que existe), tras años dependiendo del talento de Aki Kaurismaki, ha encontrado un filón en la comedia fantástica con camisas pardas. Si, hace nada, una maldición resucitaba a la Gestapo en la coproducción con noruega 'Zombis nazis' (Tommy Wirkola, 2009), en Iron Sky han decidido que una parte de ellos se exilió en la cara oculta de la Luna para preparar un IV Reich.

El resultado es desigual. La atonía es la principal característica de la parte, en teoría, más sencilla: el siempre socorrido juego con los códigos del fantástico, con sus bromas sobre científicos locos, minerales exóticos y naves espaciales a vapor, fracasa estrepitosamente. Pero es notable su crítica de la diplomacia mundial, con una ONU que no es más que una reunión de botarates egoístas, y excelente su descripción (muy europea, por otra parte) del particular funcionamiento del sistema político estadounidense.

Stephanie Paul encarna a una presidenta de EE UU sospechosamente parecida a la superestrella del Tea Party, Sarah Palin; hasta tal punto, que a veces se llega a confundir realidad y ficción: por su racismo, por su xenofobia, por su uso de la violencia con fines electoralistas y, en definitiva, por su despotismo y desprecio de la población. No es de extrañar, pues, que el gag más logrado del filme sea aquel en el que el plagio del discurso nazi la lleve a arrasar en las urnas. Igual resulta que Iron Skytiene menos de ficción de lo que creemos…

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