Sin duda sus dosis de azúcar rebasan los límites tolerables por la buena salud del espectador y eso la hace en ocasiones un tanto empalagosa, pero a pesar de ello no se trata de un producto ni vulgar ni siquiera rutinario. Es una entretenida y a veces inspirada y divertida comedia romántica cuya mayor virtud, desde luego, es la química que se establece entre los dos protagonistas, la francesa Sophie Marceau y el marroquí Gad Elmaleh, que logran contagiar en ocasiones su entusiasmo mutuo.

Ella, además, permite con su capacidad de seducción el logro fundamental de que en buena medida se comparta el entusiasmo de él en una relación mucho más que complicada. Porque no se trata de que dos seres cuarentones se den una nueva oportunidad de convivencia, la segunda o tercera, sino de que él asuma también los tres hijos que ella tiene de sus uniones previas.

Un panorama realmente delicado que se torna en imposible teniendo en cuenta que él es alérgico a los niños. Verdadero forofo de la comedia norteamericana, especialmente de las que dirigió Frank Capra y de las que protagonizaron Spencer Tracy y Katherine Hepburn, el realizador James Huth, que hace su presentación en España con su quinto largometraje, ha puesto sobre la mesa la fuerza irresistible del amor, que puede prosperar en las circunstancias más adversas. A primera vista todo parece indicar que Sacha, un músico de jazz que compone sobre todo para obras teatrales y que vive todavía el espíritu bohemio de los alrededores de Montmartre en París, es absolutamente incompatible con Charlotte, directora de una fundación de arte que combina su actividad profesional con el esfuerzo de sacar adelante a los tres hijos de sus dos matrimonios.

Pero una vez más la intensidad del amor supera todos los inconvenientes y doblega la resistencia de un hombre que no parece dispuesto a renunciar a unos sentimientos que conllevan convertirlo en padre adoptivo de tres criaturas problemáticas.