Supone una innegable decepción a tenor de las expectativas que había creado un director como J. Blakeson, autor de una interesante opera prima, La desaparición de Alice Creed, y considerado en 2010 por la prestigiosa revista Variety como un director a tener muy en cuenta en Hollywood. Lo cierto es que este producto de cienciaficción no deja de ser un endeble relato para adolescentes que nunca encuentra el camino idóneo para configurar un panorama apocalíptico en un planeta tierra invadido por alienígenas. La fragilidad de la realización impide que entremos de lleno en un mundo en el que el ser humano se juega la supervivencia y en el que una sucesiva ola de desastres han sembrado la muerte, la destrucción y el caos.

Tampoco la interpretación de Chloe Grace Moretz, que lleva el peso de la cinta en el cometido de Cassie, logra que se haga factible una situación límite que se muestra sin la tensión necesaria. Primera adaptación de la trilogía de Rick Yancey, que se editó en 2013 y que estuvo veinte semanas entre los libros más leídos de la lista del New York Times, todo apunta, si no se produce un inesperado fracaso en taquilla, que las dos siguientes novelas, El mar infinito, que también ha visto ya la luz, y La última estrella, que se publicará en mayo de 2016, que las tres tendrán su consiguiente versión para la pantalla grande.

Su mayor atractivo, sin ser muy relevante, es que contempla una invasión extraterrestre inédita y de efectos demoledores. Se produce en cinco fases y mediante olas sucesivas el planeta se siente invadido por terremotos, tsunamis, epidemias y pulsos electromagnéticos. La efectividad es tal que muy pronto el paisaje planetario solo ofrece signos de desolación y muerte. La trama se limita a seguir los pasos de Cassie, que trata de encontrar a su hermano pequeño después de haber perdido a unos padres que pusieron en ella sus últimos indicios de esperanza