Lo bueno que tiene el oficio de crítico de cine es la oportunidad de poder compartir las sensaciones que una película te transmite, el reto que supone describir unas emociones tan profundamente ligadas a la personalidad y sensibilidad personal de cada uno que, en muchas ocasiones, parece una misión imposible. Escribir sobre películas que no te han transmitido nada, que no han atravesado las murallas que uno puede poner a la hora de enfrentarse a una gran pantalla, que no han alcanzado las expectativas depositadas, que no han despertado esa parte de uno mismo guarda para descubrir en un cine, es realmente un suplicio, una tarea que se convierte en algo similar a una penitencia. Sin embargo, cuando sucede lo contrario, uno no puede esperar con mayor impaciencia la hora de sentarse frente a la hoja en blanco y vomitar todas las cosas que ha sentido, los instantes de magia, de dolor, de sufrimiento, de belleza, de sonrisas, de lágrimas, de terror, de consternación, las ganas de animar a todo el mundo a que disfrute de una película que le ha calado hondo, que justifica el precio de una entrada, que le transporta a un lugar muy alejado, que hace olvidar el mundo que le rodea para abrazarse, perderse, reencontrarse y vivir con unos personajes con los que conecta de manera irremediable. 'Lo imposible', conmigo, lo ha conseguido.

Juan Antonio Bayona, director que ya deslumbró con la ejemplar 'El Orfanato', se lanza decidido al complicadísimo reto de contar la historia real de una familia española que sobrevivió al tsunami que destrozó el sudeste asiático en 2004, y lo resuelve con mano maestra. Una demostración de puro genio representada con especial intensidad en una primera hora para enmarcar, absolutamente espectacular en la escena de la catástrofe, donde sientes como el agua te arrastra y devora todo a su paso, y delicada en sus instantes más íntimos (maravilloso momento en el árbol). Su segunda mitad, algo más convencional, apuesta por el énfasis de las emociones, sin dejar caer un ritmo narrativo envidiable y una asombrosa puesta en escena que recuerda al mejor Spielberg. El reparto, al completo, está inconmensurable, pero merecen mención especial Naomi Watts y el joven Tom Holland, quienes cargan a sus espaldas con los mejores momentos de la película, traspasando la pantalla con sus miradas, su complicidad, sus gestos, el amor real y tangible de una madre y su hijo unidos por el terror.

Uno podría quedarse con muchas cosas de 'Lo imposible'. Su acabado formal, la apabullante banda sonora compuesta por Fernando Velázquez o, tirando de tópico, la sensación de que este es uno de los caminos que el cine español debe recorrer con mayor ímpetu a partir de ahora. Pero prefiero quedarme con la caricia de un niño asustado, la pegatina, la llamada telefónica, los ojos de Watts, la sonrisa de Holland. El drama humano de una familia que nunca llegará a sobrevivir al desastre pero que fortalecen su unión hasta límites que los demás somos incapaces de comprender. E imagino que muchos la señalarán como una película tramposa, lacrimógena, excesiva en su subrayado y constante en la búsqueda de humedecer los ojos del respetable. Sin embargo, este crítico admite sin temor alguno, que en ese caso cayó en la trampa, que lloró con toda la naturalidad del mundo, que grito en silencio 'Papá' con todas sus fuerzas y que notó casi todas las sensaciones que uno puede sentir en una sala de cine. 'Lo imposible' es algo digno de ver, escuchar y sentir. No es solamente gran cine, es una experiencia inolvidable. Y, de corazón, espero que la viváis con la misma intensidad que yo.

Ver más críticas de cine

Consulta los estrenos de la semana