Una absoluta devaluación de esta saga francesa, que con esta cuarta secuela nos ofrece el nivel más bajo de interés de la serie. Lo que empezó en 1993 con 'Los visitantes', que fue un éxito enorme en el país vecino y funcionó también en España, ha perdido casi todo su interés con las sucesivas entregas, 'Los visitantes regresan por el túnel del tiempo' (1998) y 'Dos colgados en Chicago' (2001).

Y es que 'Los visitantes la lían' es un producto mediocre, aburrido e innecesario que no atrae en ningún momento y que ofrece una mirada nada ingeniosa ni divertida de la Revolución Francesa. El director Jean-Marie ha dado a luz al largo-metraje más anodino y menos divertido de toda su trayectoria y de su falta de inspiración se han contagiado los actores tanto Christian Clavier como Jean Reno. A pesar de que lo que desean es volver a su mundo medieval de antaño, aunque siguen un tanto deslumbrados por los coches que disfrutaron en su tercera aventura, el señor y su vasallo, es decir el conde Godefroy de Montmirail y el vulgar Jacquouille la Fripouille, vuelven a desplazarse por el tiempo a través de los consiguientes pasillos, desembocando en el siglo XVIII de Francia, nada menos que en la Revolución que cambió radicalmente el concepto del poder y la estructura social del país. Se trata de un periodo muy efervescente en cuyo transcurso se desató una violencia criminal que hizo trabajar sin tregua a la guillotina.

Una coyuntura que permitirá a los dos protagonistas a ser testigos de hechos esenciales, reuniéndose con figuras revolucionarias de la talla de Robespierre y Marat. El error de mayor bulto es la torpeza y reiteración de unos diálogos desvaídos y sosos que no hacen más que repetir ingredientes ya muy exprimidos y sin virtudes para suscitar ni la sonrisa ni el humor. Muy al contrario, la banalidad se extiende por todos los frentes, demoliendo las cuestiones con mayor capacidad para hacer reír. La estupidez de los monárquicos y lo ridículo de los más privilegiados no hace otra cosa que poner combustible a un tedio que acaba imponiéndose. Un auténtico desastre, en suma, que abre el futuro a una nueva secuela.