Añade escasos ingredientes nuevos a una de las sagas de cine español más internacionales de todos los tiempos, que incluso ha merecido los insólitos honores de contar con un remake norteamericano, Quarentine de John Ercik Dowdle en 2008, y que ahora pone punto final a su trayectoria, al menos así lo aseguran sus responsables, después de siete años de actividad y de haber generado cuatro largometrajes.

No es esta despedida la mejor entrega de la serie, desde luego, y en realidad lo que hace no es más que reiterar elementos que ya conocíamos con un mayor énfasis en el gore, es decir, la proliferación de sangre, vísceras, mutilaciones y otras «lindezas», servida con una innegable y depurada sintaxis. Se abusa, en efecto, de un festival de horrores, con los zombies como anfitriones, no aptos para todas las sensibilidades.

El encargado de poner el punto final ha sido Jaume Balagueró, que codirigió con Paco Plaza las dos primeras cintas y que dejó en manos de su compañero la realización de la tercera, Rec 3. Génesis. Si algo salta a la vista es que los dos cineastas dominan a la perfección los resortes del cine de terror, con un control absoluto de unos reducidos espacios, que crean un clima de claustrofobia, y una presencia súbita de criaturas diabólicas e insaciables. La trama se desata con un prólogo que concluye con el rescate del edificio original de los vecinos que estaban encerrados, con la periodista Angela Vidal, que fue la avalista de la saga, de nuevo en primera línea de acción. Con ella y con el doctor Ricarte y sus colegas de nuevo a la palestra la acción se traslada a un barco que en principio debía hacer las veces simplemente de cuarentena preventiva.

La realidad, sin embargo, es muy distinta y lo que vemos es un carnaval de sangre y de muerte en el que simios afectados por un terrible virus que los convierte en máquinas matar, siembran el miedo con sus ataques salvajes a los seres humanos.