Escalofriante y tremenda, esta fábula infestada de sugerencias nos muestra un futuro inquietante en el que el animal considerado mejor amigo del hombre se rebela contra su «dueño» hastiado de sufrir todo tipo de agresiones.

Como las gaviotas en Los pájaros de Hitchcock, aquí son los perros los que de forma increíble y coordinada optan por agredir al ser humano y dejar de asumir su rol de fiel servidor. Una más que interesante representación de un cine, el húngaro, totalmente ausente de las pantallas comerciales españolas que viene avalada por el Primer Premio en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes.

Es la quinta película del director Kornel Mundruczó, del que solo se ha visto aquí la también interesante Delta. El proceso que provoca la rebelión de los perros tiene en la cinta una evidente lógica que, sin embargo, el hombre parece no entender.

El problema afecta a los canes de raza mixta o impuros, que deben pagar una tasa municipal que ha llevado a mucha gente a abandonarlos. Ese es, precisamente, el problema que sufre una adolescente de 13 años, Lili, que está dispuesta a luchar hasta el fin para no tener que desprenderse de su perro, Hagen, a pesar de la enorme presión al respecto de su padre, con el que acaba de instalarse después de que su madre se haya marchado un tiempo al extranjero por motivos laborales.

Será un empeño inútil que originará una situación alucinante marcada por la rebelión masiva y terrorífica de los perros. Las experiencias que vive Hagen desde que se ve solo y abandonado, especialmente su conversión por un tipo desaprensivo en perro de pelea en combates sangrientos, son de una elocuencia sumamente cruel. Como señalaba el director, su objetivo no ha sido otro que criticar lo que él considera en la sociedad una detestable seguridad llena de mentiras y verdades a medias, basada en la domesticación de las minorías, al tiempo que solo deseamos destruirlas.