La película 'Una botella en el mar de Gaza', basada en la novela de Valerie Zanneti enfrenta con amor la situación que se vive entre palestinos e israelies.

Thierry Binisty, director del film nos habla de esta película, de lo que podría ser de una relación palestino-israelí.

- ¿Qué le empujó a querer llevar la novela de Valérie Zenatti a la gran pantalla?

Hace unos años le dije a un amigo que quería visitar Israel y me preguntó que interés tenía irse de vacaciones bajo las bombas. Fue cuando me di cuenta de que, para mucha gente, esa era la visión de Israel, un país en guerra. Pero la vida diaria no tiene nada que ver con eso. Tanto en Israel como en Cisjordania no existe únicamente la preocupación política, aunque esté muy presente. También viven, se enamoran, satisfacen deseos… Tenía ganas de mostrar eso. Cuando descubrí el libro, tuve la sensación de tener entre las manos un texto que expresaba un estado, una mirada muy cercana a la mía, el deseo de estar a favor de ambos lados, de dar la palabra a personajes que nunca tienen la posibilidad real de hablar ni de entenderse.

Me conmovió la posibilidad de sentir las dos emociones al mismo tiempo y así nació la película.

- Hace hincapié en la relación imposible entre los dos personajes y en la ambigüedad de dicha relación. Pero ¿puede hablarse de una historia de amor inconclusa?

Los dos personajes, que a pesar de estar alejados viven un verdadero encuentro, son conscientes de la turbación que provoca dicho encuentro. Pero aquí se trata de saber lo que son capaces de permitirse.

- En ciertos aspectos, Tal y Naim son una encarnación de las relaciones palestino-israelíes, mezcla de atracción y rechazo, cercanía y distancia…

Pero no es una película pesimista. Ha pasado algo, se ha dicho algo y podrán seguir edificando su vida a partir de eso. No podíamos acabar la película con un encuentro “físico”, la realidad lo prohíbe. Debíamos ceñirnos lo máximo posible a cómo podría ser si de verdad ocurriese. Aunque, partiendo de la imagen final, cada uno de los personajes puede alimentar una esperanza, orientarlo todo hacia esa esperanza, pensando que el futuro verá madurar los frutos de la voluntad de ambos.

- Dada la situación en la región, el rodaje debió ser problemático.

Lo ideal habría sido poder rodar la mitad de las secuencias en Israel y la otra mitad en Gaza, pero no se puede. Si se trabaja con un equipo y actores israelíes, es imposible entrar en Gaza o viceversa.

Lo intentamos y pedimos permiso para rodar en el Centro Cultural Francés de Gaza. Pero a pesar del apoyo de las autoridades francesas, fue totalmente imposible. Por razones de seguridad y de secuestro, Israel no permite que entre un israelí en Gaza, por lo que habría sido muy problemático con los técnicos. Por lo tanto, todas las secuencias en las que se ve Gaza desde el exterior son auténticas, pero las que supuestamente transcurren en el interior de Gaza fueron rodadas en ciudades árabe-israelíes.

Algunas secuencias no son ficticias. Las imágenes de la gran manifestación conmemorando la muerte de Yitzhak Rabin se rodaron en la plaza de los Reyes, en medio de miles de israelíes que se desplazan allí cada año para dejar patente que el país debe tomar el camino de la paz. En algunas secuencias utilizamos imágenes de archivo retransmitidas por los medios. Es una forma de que coincida la ficción con los hechos reales, y de recordar al espectador los momentos clave del conflicto durante el periodo en que transcurre la historia, sobre todo la operación “Plomo fundido”.

- La película evoca, deja ver, pero no da explicaciones. La puesta en escena, sobre todo la cercanía con los personajes, aumenta esta sensación.

No queríamos llevar al espectador de la mano. Desde las primeras imágenes intentamos desorientarle, sumirle en una historia que cree conocer a través de las imágenes vistas tantas veces por televisión, pero de la que lo ignora casi todo. Las preguntas que se hacen los personajes son un eco de las que podemos hacernos ante semejante realidad.

La cámara siempre está muy cerca de los personajes. Ellos son lo único que importa y eso implica una forma de rodar muy particular. Ocurre lo mismo con los encuadres. Intentamos comunicar los sentimientos de los personajes, lo que viven. Por ejemplo, en Gaza, la sensación de promiscuidad, de encierro, de fricción constante unida a la falta de espacio. También buscamos el mayor realismo posible para los decorados, el vestuario, la banda sonora.

Sinopsis

Tal es una joven francesa que vive en Jerusalén con su familia. Tiene diecisiete años, la edad del primer amor, del primer cigarrillo, del primer piercing… Y también del primer atentado. Después de que un terrorista se inmole en un café del barrio donde vive, Tal escribe una carta a un palestino imaginario en la que expresa sus preguntas y su rechazo a que solo pueda existir odio entre los dos pueblos.

Mete la carta en una botella que entrega a su hermano, pidiéndole que la tire al mar cerca de Gaza, donde hace la mili. Unas semanas después, Tal recibe la contestación de un misterioso “Gazaman”.