La trágica muerte del actor ruso Alexandr Beliávski, que según apunta la investigación policial se tiró por una ventana el pasado sábado, sacó a relucir una vez más las miserias de la nueva Rusia al evidenciar la precariedad y el olvido en el que sobreviven muchas estrellas del cine soviético.

Un debate que gusta a los medios rusos y que resurge una y otra vez en el país que heredó la cultura de la URSS y también a sus estrellas de talla nacional e internacional, cultivadas y mimadas en un tiempo que no les dejó transformar su popularidad en algo más que fama.

Hombres y mujeres insignes, aunque gozaron de no pocos privilegios brindados por el régimen soviético, la mayoría no pudo siquiera ahorrar, al menos de manera legal, porque nunca tuvieron ni los salarios ni los ingresos de los que sí disfrutaron sus colegas al otro lado del telón de acero.

"Ahora que están jubilados, la pensión que cobran deja como poco una sensación de tristeza. Incluso los más distinguidos, condecorados con el título de 'Artista del pueblo', cobran un máximo de 13.000 rublos (unos 400 dólares)", lamentó a Efe Valeria Gúshina, directora del Gremio de Actores de Cine de Rusia.

Beliavski, que subió desde el tercer piso en el que vivía al quinto para saltar por la ventana a pesar de sus 80 años, era una auténtica estrella de su tiempo, memoria viva de toda una generación que le vio en algunas de las películas más queridas primero por el público soviético y luego también por el ruso.

Deseado y amado por millones de mujeres que aún le recuerdan en su inolvidable papel de malo en una de bandidos, en el ocaso de su vida no podía pagar las facturas de la luz y el teléfono, como reconoció Gúsheva.

Era uno de los 50 actores soviéticos a los que estas facturas se las pagaba el Gremio, integrado en la Unión Cinematográfica de Rusia que preside el oscarizado director y actor Nikita Mijalkóv, al que muchos critican por no defender con toda su influencia y poder a los que fueron durante años sus compañeros de plató.

"Los viejos actores no deben morir en la indigencia, no deben buscar la salida en las ventanas. Sus películas han dado millones al Estado, son emitidas un sinfín de veces en televisión, que cobra una ingente cantidad de dinero por sus emisiones", denuncia en su blog otra estrella soviética, el actor de comedias Stanislav Sadalski.

Los actores soviéticos no cobran ni un centavo por los derechos de emisión de sus películas, reconoce la directora del Gremio.

"El presidente de nuestra Unión Cinematográfica debe hacer que cada actor cobre su centavo incluso por los episodios en los que aparece", reclama Sadalski.

Gúshina, consciente de la polémica que a menudo envuelve al cineasta más internacional de Rusia, se apresura en recordar que el propio Mijalkov ha creado un fondo para ayudar a los veteranos del cine.

"Si no fuera por este fondo, no habría dinero ni para el entierro" de muchos, asegura.

La tragedia, digna del celuloide, se repite año tras año, cada vez que otra cara conocida deja el mundo en la precariedad y el abandono.

Sus nombres son apenas conocidos más allá de Brest y Vladivostok, pero sí dentro de las ya extintas fronteras de la URSS: Gueorgui Vitsin, Semión Faradá, Mijail Kónonov, Nikolai Parfiónov, Svetlana Jaritónova, Serguéi Filipov, Borislav Burundukov, Radner Murárov, Isolda Izvitskaya, y un largo etcétera.

"Son muchos los que necesitan de una ayuda que esperan como un reconocimiento a su carrera, a su arte, pero nunca como una limosna", se queja Gúshina, pero "es inútil implorar al Estado".