En 'El artista y la modelo', de estreno hoy en el Festival de San Sebastián, ha esculpido una película intimista, en blanco y negro y que se rodó en francés; una reflexión sobre la búsqueda de la belleza, la vida, la juventud y la vejez en una época de pesadumbre, la Francia de inicios de los años 40, ocupada por los nazis.

Cuenta Trueba que la idea de esta película la ha tenido en mente unos 20 años. Escribió "cuatro folios, pero pensaba que era demasiado joven para desarrollarla, que no iba a saber entender a un personaje (el artista) de esa edad y que era mejor esperar. Hace años -agrega- empezamos un guión con Rafael Azcona (con quien colaboró en varios filmes) que nunca acabamos ni usé. Dejé pasar los años hasta que me decidí, y hace siete retomamos el guión con Jean-Claude Carrière (el prestigioso guionista francés colaborador habitual de Buñuel, Peter Brook o Milos Forman, entre otros directores)".

La actriz Aida Folch, a quien Trueba hizo debutar en 'El embrujo de Shanghai' cuando era una adolescente, corrobora que hace seis o siete años el director le dijo que tenía un papel para ella, que si sabía francés. La joven le dijo que contara con ella; se fue a Francia para aprender el idioma y aún le sobró tiempo, porque Trueba seguía dando vueltas a la historia. "No es que estuviera 20 años madurándola -precisa él-, estaba ahí, esperando el momento, igual que ahora tengo en la cabeza las ideas de dos o tres películas que puede que acabe rodando".

Cuando se decide a hacerlo, "es porque me enamoro de una historia", asegura el director. En 'El artista y la modelo', Marc Cros, un famoso escultor -representa que coetáneo y amigo de Cézanne y Matisse-, está en el final de sus días. Busca la inspiración en la naturaleza y en las piernas de las lugareñas en un pueblo del sur de Francia. Su mujer, Léa, que había sido su modelo, le regala un poco más de vida creativa, de plenitud, en la figura de una joven modelo, Mercè, una española huida del campo de refugiados de Argelès.

Un Trueba pensativo, en el set de rodaje del estudio del artista de su historia, habilitado en un pueblo de la Garrotxa catalana Trueba escribió el papel de la modelo pensando en Aida Folch -incluso le hace decir que es de Reus, como la actriz catalana- y asegura que al escribir el guión ya hizo una lista con los actores que quería. Para los otros papeles principales cuenta con el veterano intérprete francés Jean Rochefort (El marido de la peluquera y un centenar de películas más) y Claudia Cardinale. No falta Chus Lampreave, que dice que se considera casi tan "chica Trueba" como "chica Almodóvar", pues ha actuado en varios filmes del director madrileño. Aquí interpreta a una criada con su habitual gracejo.

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¿Un director se enamora de sus actores? "Por supuesto", responde Trueba. El afecto parece que es mutuo: Lampreave, Cardinale o Folch hablan maravillas del director. "Trabajar con Fernando, mi padre cinematográfico, es lo más, uno de los grandes directores del cine español, ¡tan culto!...", dice la más joven de las tres actrices.

Trueba tiene fama de buen director de actores, aunque él diga que "en realidad, no hay reglas para dirigir actores, porque cada uno es distinto y trabajas diferente". A él le gusta leer el guión, varias veces si hace falta, con los actores antes del rodaje, y con unos debe trabajar el personaje más que con otros. Suele hacerlo también con cada plano antes del rodaje. "Pero a la vez, me gusta dejar algo para el último momento, para la inspiración del actor o la mía, con el objetivo de que el plano esté vivo", precisa. "En esta película, a Jean Rochefort o a Claudia Cardinale, pocas instrucciones hay que darles, son actores muy experimentados que desde el primer momento están en el personaje, lo han creado…", señala.

Cuando el director madrileño pensó en localizar su historia en el sur de Francia, se acordó de Céret, que, a principios del siglo pasado, fue refugio de artistas como el de su película. Aquí recalaron Picasso, Braque, Chagall, Juan Gris, Manolo Hugué… El pueblo, que presume de ser cuna del cubismo -el museo local de arte moderno exhibe obras de estos artistas, como cerámicas con motivos taurinos de Picasso-, acogió el rodaje de Trueba hace un año. Pero el trabajo del equipo de decorados y ambientación le cambió la faz a Céret, devolvió sus plazas a los años 40.

El papel del escultor se inspiró en Aristide Maillol, hijo de otra población de la Francia fronteriza (Banyuls-sur-Mer), pero Trueba subraya que "no es un biopic, entre otras cosas porque no me gustan los biopic, digamos que hacemos un homenaje a Maillol (sobre todo, a una de sus esculturas, La Mediterranée), pero es una historia ficticia con personajes ficticios. También me inspiré en Hugué, Matisse, Picasso..."

"Me gusta escoger una época interesante, pero no hacer películas de época, históricas -puntualiza Trueba-, las personas están en primer plano, y la historia, en un segundo. 'Belle époque' era en tiempos de la República; 'La niña de tus ojos', en la guerra civil y la Alemania nazi... Es bonito hacer películas de época".

La historia aborda la creación artística. ¿Refleja aspectos personales de su director-creador? "Sí, quienes más me conocen dicen que en esta película estoy bastante reconocible, mi manera de ver la vida…", admite Trueba.

El director y Aida Folch inician una conversación que podría servir de clase de interpretación: ¿un actor debe sentir lo que interpreta? "No -defiende Trueba-, no importa lo que sienta, sino lo que hace sentir al público. ¡A Marilyn Monroe la destrozaron con esa escuela del sentir!". Y recuerda lo que Hitchcock respondió a Ingrid Bergman en una ocasión en que esta decía que no sentía su papel: "Eres actriz, finge". Trueba reconoce que siempre ha pensado que algún día le gustaría actuar, "pero no encuentro el papel que podría hacer bien".

Se nota la pasión por el oficio y reconoce que ahora lo disfruta más que nunca. "Escribir y rodar esta película, por ejemplo, ha sido un placer -señala-. La angustia me suele entrar las semanas antes del rodaje, pero cuando era joven lo pasaba peor, ahora también sufro, pero he aprendido a disfrutar de la preparación, del rodaje… supongo que es como todo en la vida, con los años aprendes y, si las cosas van saliendo bien, aún disfrutas más".

'El artista y la modelo' contrasta la juventud con la vejez. "Cuenta -se explaya Trueba- la relación entre una persona que empieza a vivir y una a la que se le acaba la vida, la manera de ver y vivir de cada uno, la de un hombre que ha buscado siempre la belleza. Hemos tratado de transmitir esa belleza, pero tuvimos que vigilar mucho, igual que cuando escribimos el guión con Jean-Claude Carrière, para que no parezca que nos recreamos en el esteticismo ni que somos ampulosos".

Trueba admite que prefiere trabajar con niños y jóvenes o con personas de edad avanzada: "Me parece que lo más interesante ocurre cuando la vida empieza o acaba, entre medio estás muy ocupado en pagar la hipoteca…" En la nueva película, Rochefort, con su porte elegante, despliega una vejez fatigada, pero imponente. Aida Folch representa una belleza sin artificios, hosca y natural como la del entorno. Dice la actriz que por esta razón no le molestó desnudarse en el filme: "Al principio me resultaba difícil, luego ya pasaba de ir tapándome, parecía lo más natural".

"Este es un rodaje íntimo, discreto, un equipo pequeño, pocos actores", señala Angélica Huete. Hubo unos pocos días de bullicio en el rodaje en Céret, en exteriores, con varias decenas de extras, encantados de trabajar, sobre todo, con Rochefort, muy popular en Francia, principalmente por su faceta de comediante. Y con Claudia Cardinale, siempre vivaz, paseándose con un pitillo en los labios. ¿No tiene celos su personaje de una mujer bella y joven? "¡Qué va!, yo lo amo tanto que quiero verlo feliz y le llevo a la chica, le regalo vida", comenta antes de marcharse, riendo, a fotografiarse con extras y curiosos.

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Jornadas de rodaje así, con muchas personas y en exteriores, son las que menos gustan a Trueba, porque dice que hay más imponderables, aunque aparentemente nunca se le acaba la paciencia. En una escena, un figurante mira a cámara. El director de fotografía reniega de otro figurante que se ha puesto unas gafas actuales en una escena de 1943, y eso que le dijeron que las guardara en el bolsillo. Son los imponderables de que habla el director. Como el viento que se levanta el día de rodaje en Perpiñán en la terraza de un bar. Una tarde complicada en un ruidoso chaflán para lo que acabará siendo medio minuto de película.

Cómo será recibido el filme por el público es siempre la gran incógnita final. El listón para Fernando Trueba está muy alto. Él dice que acepta que "haya unas expectativas", pero que no le condicionan a la hora de elegir y dirigir sus historias. "Ha habido alguna película mía que no ha ido tan bien como cabía esperar y yo le sigo teniendo mucho cariño, no me arrepiento de haberla hecho", añade. Y si le gusta cambiar de registro, como ha hecho en este caso en referencia a su última película (Chico & Rita), es "porque cambiar es más divertido, menos aburrido".

"Yo -concluye con retranca- lo que querría es ser como Manoel de Oliveira (el conocido director de cine portugués). Claudia (Cardinale) se iba a trabajar con él después de mi película. El hombre cumplió 100 años y ha seguido rodando, ¡y yo quejándome de mis dolores de espalda!". Parece que Fernando Trueba tiene cuerda para rato.