Existen muchos tópicos en este mundo que llamamos industria del cine, pero quizá uno de los más socorridos, al menos desde el punto de vista de los actores, es afirmar que te enamoraste del guión desde la primera lectura.

No sé cuánto de verdad hay en esto cuando lo dicen otros, ni siquiera sé cuánto de verdad había cuando yo mismo lo dije en alguna ocasión y tampoco estoy seguro de que enamorarse de un guión sea algo humanamente posible, pero de lo que sí estoy plenamente convencido es de que hay determinadas historias, pocas, que se aferran a ti en un lugar tan profundo y sincero que hacen que las acompañes a dónde quiera que vayan.

"Operación E" no es sólo una película, es una carga de profundidad.

Cuando la encontré venía con ganas de quedarse, con ganas de que los que entrasen ahí lo hiciesen porque el cine, a veces, es algo de nuestra historia y de su propia vida. El hombre que me tocó interpretar, el personaje con mayor dificultad de todos a los que me he enfrentado.

Creo que nunca me había puesto tantas zancadillas a mí mismo a la hora de abordar un proyecto. Supongo que el terror que me producía llevar a carne y hueso un personaje que representa la realidad de cuatro millones de desplazados en Colombia venía de la responsabilidad que eso conlleva y que ahora, después de unas cuantas penurias, agradezco profundamente.

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