Gerard Depardieu tiene a sus espaldas las cuatro últimas interpretaciones en la gran pantalla de Obelix, el inseparable amigo de Asterix, que vuelve a finales de noviembre con 'Asterix y Obelix al servicio de su majestad'.

Hemos charlado con el actor francés sobre su personaje en la última entrega de Asterix y Obelix:

¿Qué es lo que te ha movido a vestir de nuevo el traje de Obélix?

Adoro este personaje. Obélix está en las nubes: no tiene un mal pensamiento. Y si, por desgracia, le vienen a la mente, son de una tristeza infinita. Eso es lo que hace que sea tan extremadamente conmovedor. No hay nada negativo en él. Sólo es un gordo€ ¡que no le gusta que le traten como a un gordo! (risas)

¿En qué te pareces a él?

Como él, me puedo sentir humillado. No sé si me parezco a él o el hecho de que el personaje que me guste tanto hace que tenga cierto deseo de parecerme él. No envidio tanto su fuerza, porque por naturaleza tengo un físico que es capaz de soportar un montón de cosas, sino más bien su lado positivo.

Para un gourmet como tú, ¿es posible tener semejante pasión por los jabalíes?

¡El jabalí está muy bueno! Pero lo prefiero en salsa antes que asado. ¡El guiso de jabato es exquisito! El apetito de Obélix no tiene igual, como su generosidad y su admiración. Ocurre lo mismo cuando está enamorado: todo es demasiado. No es razonable pero es hermoso.

Y, ¿cuál es tu poción mágica?

¡La vida! Mi exceso de vida es inconmensurable, a veces puede ser un poco agotador para la gente que vive a mi alrededor€

¿Alguna vez conociste a Goscinny?

Claro. Durante los 70, trabajé en Le Viager y Les Gaspards, dos películas de Pierre Tchernia co-escritas junto a Goscinny. Le adoraba porque era inteligente, risueño y bueno hasta la médula. Se encuentra su espíritu en El pequeño Nicolás o en Astérix y Obélix. A pesar de ser un adulto, era como esos chiquillos que saben observar. Eso le pone en primera fila, el mirar al mundo con los ojos maravillados. Tchernia tiene ese espíritu, Jean Carmet y Michel Serrault también lo tienen. Más tarde, me encontré con Uderzo que resultó ser mucho más estructurado.

¿Es difícil adaptarse a las distintas exigencias que cada uno los directores tiene para el mismo personaje?

No porque la visión que tengo de mi personaje siempre está ligada a la de la película y a las escenas que me van a dar para interpretar. Hay algunas muy bellas aquí: el momento en el que Obélix explica a Idéfix, cara a cara, que no puede llevarle a Inglaterra es muy tierno. Y cuando Obélix se atreve a partir con Miss Macintosh y Astérix le desprecia un poco, él le responde algo así como: "puedes decirme lo que quieras pero lo que más me importa es que tu eres mi amigo", es magnífico. Personalmente, me encanta echar de menos a un personaje ya que me permite mejorar al retomarlo después. No hay necesidad de intelectualizar todos estas cosas pequeñas, simples y bellas cuando uno las dice honestamente.

¿Qué es lo que más te gusta del mundo de Laurent Tirard?

¡Adoro a Laurent! Es un hombre maravilloso porque consigue reconciliar a los misántropos como yo con el género humano. Rodar con él es refrescante. Adoraba a Pialat por esto mismo, y me encantan Ridley Scott y Bertrand Blier por las mismas razones. Pero Laurent tiene una cosa más: una flexibilidad, una frescura y un entusiasmo juvenil. En sus películas no busca aparecer ni desaparecer. En El pequeño Nicolás o en Astérix, evita toda cursilería y consigue mantener su mirada en el mundo de los niños sin juzgar a los adultos. En ningún momento, en estas adaptaciones, emplea efectos que nos devuelven al mundo de los adultos. Es extremadamente difícil simplemente reproducir el cómic. Pero creo que ésta es la única película de Astérix que ha permanecido fiel al cómic.

¿Qué opinas de las cuatro adaptaciones en las que has colaborado?

Nunca juzgo, ni las películas ni los actores. Lo que me interesa más que nada es el encuadre y las luces. Pero diremos que el mérito que tiene la primera película es que ha dado vida a unos dibujos y eso es muy difícil; la segunda, que fue un éxito rotundo, estaba impregnada de 'humor Canal +'; en la tercera estábamos un poco perdidos con las actuaciones de los juegos olímpicos, pero entonces fue cuando intervino Julio César. Un Julio César con el que Fabrice Luchini da en el clavo.

¿Cómo has encontrado a tu nuevo Astérix?

Si la película es un éxito, es en gran parte por la astucia de Laurent que ha elegido a Edouard. Me encanta su lado dandy, un poco arrogante, propio de la imagen que se tiene de un francés. Antes, nuestro pequeño Astérix era más que nada un 'gabacho'; simbolizaba a la resistencia. Pero en el cómic, nunca fue así y su aldea no es más que un pequeño pueblucho que resiste, con sus tradiciones, su simpatía y sus alegrías sencillas.

¿Qué opinas a cerca del 3D?

En general, no soy un gran seguidor del 3D porque se usa en películas americanas de ciencia ficción y, antes que ver Batman o Avatar en el cine, siempre preferiría leer a A.E. van Vogt, Isaac Asimov u otros grandes autores del género. Pero debo reconocer que para dar vida a estos personajes, con rasgos tan cargados como los del cómic, y para ilustrar el espíritu de un pequeño pueblo bretón que resiste amablemente a Julio César, el 3D se adecúa perfectamente.

¿Limita a un actor?

Nada es una limitación. Ni actuar sobre un fondo verde ni delante de una cámara 3D. Sabes, actuar es el oficio más tonto y más formidable que existe. Cuando no se toma en serio, es fabuloso porque no es un trabajo. Por eso mismo me exaspero cuando la gente se declara en una misión e intelectualiza todo. Afortunadamente, cuando estoy en escena, no hay nada de intelectual en ello (risas).

¿Cuáles son tus recuerdos más destacados del rodaje?

Me encantó rodar en Irlanda. Es magnífico y el clima me sienta bien. Si Edouard es un lagarto que busca el sol, yo soy un animal de clima frío.

¿Para ti, cuál es el mayor logro de la película?

Este Astérix es un verdadero éxito como cómic. La escenificación es perfecta porque muestra los diferentes temperamentos entre ingleses y galos. Si los ingleses hubieran inventado Astérix, seríamos vistos como unos bebedores de vino y comedores de queso gordos. Pero es más sutil, y la poción mágica es lo que marca la diferencia. En cuanto a los actores, descubrí que Catherine Deneuve es deliciosa, un bombón; Valérie Lemercier, magnífica; Guillaume Gallienne, fabuloso€ También adoro a los vikingos: esta gente que busca el miedo, ¡es poético! ¡Y este espíritu juvenil! He visto la película con niños pequeños y puedo decir que cuando Guillaume Gallienne se encuentra desnudo delante de Charlotte aúllan de la risa. Es un momento minúsculo pero muy bello, porque es muy infantil.