Apoyado contra un ventanal del lujoso hotel Shangri-La de Toronto, Alfonso Cuarón tiene la sonrisa mas contagiosa que nunca. Es que se ha pasado un par de semanas extraordinarias, recibiendo ovaciones y aplausos de espectadores puestos pie en festivales importantes como Venecia, Telluride y el propio Toronto, y leyendo críticas maravillosas que comparan Gravity, su mas reciente película, con Avatar de James Cameron y 2001 de Stanley Kubrick.

El filme tiene garantizada una participación en la carrera por los premios, y la palabra Oscar suena en boca de todos. Sin embargo, el director nacido en Ciudad de México hace 51 años sabe que en el mundo del cine los aplausos no duran para siempre, aunque él nunca haya estrenado una película que no despertara entusiasmo: "Yo simplemente estoy feliz de estar vivo, como ocurre con el personaje de Sandra Bullock en la película", asegura, aunque enseguida aclara: "No me malinterprete, lo que ha pasado con Gravity a partir de Venecia ha sido maravilloso. Pero es como con la vida, uno no puede dar nada por sentado. De pronto estás arriba y de pronto abajo. En el filme, el personaje de Sandra no se había dado cuenta de que la vida es un milagro maravilloso. Estaba tan alejada de ella que simplemente se dejaba arrastrar hacia la nada. Pero hacia el final, ha aprendido cuán valiosa es la vida. Y algo similar ocurre conmigo".

Cuarón sabe por qué lo dice. Unos años atrás, la vida le sonreía. Su retorno a México con Y tu mamá también, después de una temporada en Hollywood dirigiendo exquisitas adaptaciones literarias, había generado rabiosos aplausos, dejándole además nominaciones al Oscar y al Globo de Oro. Y su paso por la franquicia de Harry Potter con su tercera entrega, El prisionero de Azkaban, había terminado de consagrarlo como director.

Hijos de los hombres, el filme que estrenó en el 2006, obtuvo tres candidaturas al Oscar, dos de ellas para él. Además, estaba felizmente casado con la presentadora televisiva italiana Annalisa Bugliani, con quien criaba dos hijos pequeños, Tess Bu, nacida en el 2003, y Olmo Teodoro, que vino al mundo dos años después. Pero luego llegó un diagnóstico de autismo para el menor cuando tenía dos años que puso su vida cabeza abajo y llevó a la pareja al divorcio.

Rodar Gravity, como explica en esta entrevista, fue una verdadera odisea, plagada de incertidumbres, abandono de estrellas y cambios de estudio, pero, como en su vida, después de la tormenta llegó una dulce calma. Hoy, Cuarón disfruta del mejor momento de su carrera, ha rehecho su vida personal y comparte con el hijo de su primer matrimonio, Jonás, de 32 años, una sociedad creativa que mucho tiene que ver con esta nueva película.

Pasaron siete años desde Hijos de los hombres. ¿Por qué tardó tanto tiempo en hacer su siguiente película?

Se me cruzó la vida. En realidad yo siempre he tardado tiempo entre película y película. Y en este caso se cruzó la vida, que es muy grande. Para bien y para mal. De hecho, el tema de Gravity es la posibilidad de renacer. El accidente espacial no es más que una metáfora de las adversidades, que son las que te dan la habilidad de encontrar un renacimiento. Y sí, yo pasé adversidades. Cuando nos pusimos a hablar con mi hijo Jonás sobre este proyecto le dije que quería que la película fuera acerca de lo que yo acababa de pasar. Y a lo que voy es a que lo que pasó en ese tiempo es la vida. También aprendí que el cine es parte de la vida, no es la vida en sí. Es una parte fundamental y maravillosa de mi vida. Pero el cine ya no lo es todo para mí. La vida es algo más grande, mágico, divertido y maravilloso.

Con los nombres de George Clooney

No fue ni una ni la otra. Lo que hubo en el estudio fue confianza, porque el proceso llevó muchísimos años. Y fue empezar a preparar una película sin saber cómo se iba a hacer. De hecho, empezar a prepararla sin actores. Aunque siempre hubo gente que se sintió muy interesada por participar. El proceso de la película comenzó hace cuatro años y medio. Entonces, mi director de fotografía, Emmanuel el Chivo Lubezki, habló con David Fincher, y él le dijo que no había tecnología para hacer esto en ese momento, que nos esperaban como cinco o seis años. Y en realidad no estaba tan equivocado. No había tecnología para hacerla. Fue crear la tecnología y llegar al rodaje sin saber si esa tecnología iba a funcionar. El día antes de empezar a rodar todavía no funcionaba. Empezó a funcionar el día del rodaje. En la filmación todo fue bien. Todavía nos quedaban seis meses más para saber si lo que habíamos rodado iba a poderse usar para la segunda etapa. Y una vez que lo verificamos tuvimos que regresar a filmar el siguiente verano para usar el resto en lo que seguía. El estudio fue apostando en una cosa en la que no se sabía cuál iba a ser el resultado.

Además, Gravity no tiene posibilidades de convertirse en una franquicia. Es un concepto original y muy poco comercial, ya que se trata de un solo personaje flotando en el espacio. No hay backstories, no hay corte a la Tierra. En cierta forma es un thriller, pero también es un drama. No es el concepto más obvio. El estudio entendió lo que yo estaba tratando de hacer, aunque por supuesto había nerviosismo. Más cuando quieren ver material y no se lo puedes mostrar porque sólo tienes fragmentos.

Lo que todo el mundo quiere saber después de haber visto la película es ¿cómo la hizo?

Yo también quiero entender eso. La verdad es que en cuanto tuve la idea le hablé al Chivo. Le dije: "Es una película que quiero hacer rápido. Son uno o dos personajes. Creo que podemos hacer un rodaje corto, una posproducción breve y terminar todo el proceso en un año". Cada día de los cuatro años que siguieron me recordaba: "Sí claro, un proceso corto". Yo no me imaginé lo que iba a ser. O sea, tienes en tu cabeza lo que quieres y no es hasta el momento en que empiezas a realizarlo que de das cuenta de los problemas. Mientras lo vas realizando empiezas a percibir que estás tan lejos y te falta tanto que ya no hay lugar hacia donde nadar. No puedes dar la vuelta a esa altura del proceso. Y la otra orilla ni siquiera la ves. Fue un proceso muy largo, y de aprendizaje. Porque de verdad tuvimos que inventar toda la tecnología para hacer la película. Y no una, sino varias. Porque cada momento requería una cosa distinta. Es que queríamos hacer algo que suceda en el presente, con iconografía como la que conoces del Discovery Channel. Y descubrimos que los hilos y los cables crean mucha tensión en los actores. Y eso afecta a la actuación. Intentamos el famoso Vomit Comet, el de Apolo 13, y fue imposible. O sea, en Apolo 13 lo hacen muy bien, porque son transiciones. En nuestro caso, el espacio es limitado. Lo máximo que puedes filmar son veinte segundos, y no hay mucho control. No nos quedó otro remedio que empezar a inventar todo.

¿Captura de movimiento?

Es una combinación de muchas cosas. Depende de qué tomas. Lo principal es una combinación de robótica, que son esos robots que están para construir autos, que aquí usamos para mover las luces y las cámaras, junto con unos robots especiales donde estaba Sandra y que la movían de una manera absolutamente milimétrica. Por otro lado utilizamos un cubo perfecto de 3x3 metros donde todas las paredes internas son luces LED. En ese cubo se presentaba lo que básicamente era el punto de vista de Sandra cuando flotaba en el espacio. Pero, como ella está girando, ese punto de vista se está moviendo y eso es lo que ilumina al personaje. El cubo tenía agujeros por donde la cámara podía ver al personaje. Era todo una combinación, pero tenía que estar todo perfectamente programado. Las luces, la cámara, el movimiento de los robots y toda la logística de Sandra.

En esta película ella fue como una bailarina que tuvo que aprenderse cuarenta y cinco pasos para cada fragmento. Y lo que resultó impresionante de ella era que se los aprendía a la perfección para tenerlos muy claros, para después preocuparse únicamente por la parte emocional.

Es asombroso lo que hace Sandra Bullock

Absolutamente. Se puede destacar por un lado la parte del compromiso como actriz y con el proyecto, y por otro lado, su compromiso físico. Esta mujer estaba encerrada en su cubo, y decía "mi personaje está en el espacio y yo aquí me voy a quedar". Y le poníamos unos efectos sonoros o música ambiental. Y en el momento en que no estaba en el cubo se estaba entrenando porque el rodaje era tan exigente que tenía estar en una condición física impresionante. Todo eso, con una gran claridad de discurso acerca de lo que necesitábamos en cada momento. Y nunca dejando que la parte técnica o física se metiera con la parte creativa o emocional. La verdad es que trabajar con Sandra fue parte del aprendizaje€

Da la sensación de que, para hacer una película realista, es como hubiera tenido que reinventar las leyes de la física. Porque en el espacio esas leyes funcionan de otra manera€

Justamente este fue el problema. Para hacer toda esa programación tienes que hacer una animación, pero para hacerla se requiere un proceso de aprendizaje, porque todos los animadores aprenden a dibujar basados en dos principios fundamentales: horizonte y gravedad. Aquí de pronto los pones a hacer una cosa donde eso no existe. Donde las imágenes van en contra de todo lo intuitivo. Nosotros teníamos físicos que venían a darles lecciones, pero era una frustración para ellos. Porque de pronto me mostraban cosas y yo les decía "eso que me estás mostrando está genial, pero sucede con gravedad". Simplemente, cómo tira un personaje de otro, hay que ver cómo es la acción-reacción que se produce. Lo que sí puedo decir es que después de dos o tres meses se volvía intuitivo en ellos. Pero veías al nuevo animador que llegaba, que era el que siempre quería renunciar, porque el proyecto era demasiado estresante.

Hablando de renuncias, ¿hubo algún momento en el que dijo: "En qué me metí, ahora cómo salgo?".

Todo el tiempo. Cuando de repente nadé tanto en el lago que perdí la orilla de un lado y no veía la orilla del otro lado€ yo sabía que no podía hacer nada más que seguir nadando. Pero sí decía a veces: "¿En qué me metí? ¿Qué estoy haciendo con esto?".

Por otro lado, si uno sigue su carrera, es absolutamente lógico que haya hecho esto. Como director siempre está tratando de reinventarse. ¿Por qué lo hace?

Porque soy como un niño o como un mono. Es el déficit de atención, que yo lo tengo muy bajo. Pero a mí me apasiona la capacidad de aprender, y más que reinventar es tratar de tomar un proyecto despojándose de las preconcepciones. Tratando de tener un poco de sabiduría acerca de ciertas cosas que sé que en el pasado me han llevado a cometer errores. Pero es tratar de limpiar todo para reaprender. Lo que yo digo, como cineasta, es que el fin de una película no es que te quede bien o mal, es lo que aprendes para la que sigue. Y tratar de tomar la que sigue con una inocencia casi de niño. La verdad es que admiro muchísimo a aquellos directores que siguen una misma línea, y creo que son, a fin de cuentas, los más difíciles, o a lo mejor los más autores. Es decir, no tengo una obsesión y sigo eternamente detrás de ella. Si no tengo curiosidad por algo, pierdo el entusiasmo, siento que si ya conozco el territorio tengo que buscar algo un poco menos explorado€

¿Y lo que ha aprendido en Gravity es "mejor estudio bien el proyecto antes de meterme en él"?

Por supuesto. Me encontré con Danny Boyle en un aeropuerto, y me dijo: "Yo nunca volveré al espacio". Y eso lo aprendí. A mí me fascina el espacio en la vida real, pero nunca volvería a hacer una película ambientada allí. Aprendí muchísimo. Aprendí técnicamente con Sandra, porque además su trabajo es muy técnico por un lado y muy íntimo por el otro. Aprendí mucho de Jonás, mi hijo. El punto de partida fue Jonás para este guión. Y aprendí a apreciar una energía más joven. Eso sí fue regenerarme. Él me decía: "Eso que a ti te gusta decir con texto ¿por qué no lo haces con acción?". O, si no, me comentaba: "Esas películas que haces están bien, pero las puedes hacer más divertidas". Él está preparando su película ahora, y ese fue el punto de partida: hace cuatro años y medio me enseña su guión y me dice: "Escribí esto, ¿puedes darme notas?". Y yo, después de leerlo, le dije: "Tengo pocas notas, lo que yo quiero es que me ayudes a escribir algo como esto".

¿Cree que él puede ir mas allá porque creció viéndole trabajar a usted?

No creo que él pueda ir más allá, puede hacerlo distinto. Evidentemente, nos influenciamos. Así como yo en esta película estoy muy influenciado por su sensibilidad y mucho de lo que él me aporta, el haber estado alrededor de mí y el haber colaborado teniendo que soportar mis necedades algo le habrá influenciado a él. Pero yo creo que él lo tiene claro, desde un principio cuando hizo su primer película, ya estaba en su rollo.

¿De qué manera le impactó que su hijo quisiera seguir sus pasos?

La verdad es que fue un poco extraño porque lo tenía bien escondido. Como que salió del armario, digamos, pero él decidió todo por su propia cuenta y a mí me sorprendió, porque cuando hizo su primera película yo ni me había enterado de que la había hecho. Lo cierto es que él pertenece a otra generación que se complica menos que la mía. A mí lo que me impresiona mucho es que es la primera generación que creció sin la imagen del cine como el elefante blanco. Esos chicos ya crecieron sabiendo hacer cine. En la cuestión de hacer películas ellos no se complican la vida. Además, será por la televisión, por lo que sea, pero es algo que les es muy innato. No tienen miedo, simplemente van y hacen sus cosas. En mi generación, y en la anterior todavía peor, nos dieron la primer película en los autocines. Había todo este asunto del elefante blanco que tiene que ver con la gente que puede entrar en un estudio de cine y debe saber que para hacer una película necesitas muchos millones de dólares. En cambio estos chicos van, no piden permiso de nada y ruedan.

Si tuviera que elegir a una persona que le ha inspirado en su vida, ¿a quién ­mencionaría?

La verdad, a mi mamá, porque fue una persona que detectó muy pronto una pasión que yo tenía y la empujó hacia delante. A pesar de estar apretada económicamente, había ciertas cosas en las que se permitía gastar dinero: libros y cursos. Yo, gracias a ella, por ejemplo, conocí cierto tipo de cine porque ella me empujó a verlo. Los cineclubs los descubrí por ella, porque sabía de mi pasión. Me decía: ¿por qué no te vas a explorar estos otros cines que están en estos lugares? En ese sentido, creo que siempre fue un empuje, un fomento a la parte cultural y la curiosidad intelectual.

¿Qué edad tenía usted cuando ella se dio cuenta de que tenía interés por el cine?

Conmigo era muy obvio desde siempre, pero creo que desde los diez años era más que obvio. A esa edad me compré mi primera camarita Súper 8. Yo filmé muchas películas en Súper 8; casi todo sin rollo porque era muy caro. Filmaba todo el pinche día, aunque fuera sin rollo.

En esos tiempos, una cámara Súper 8 costaba un dineral€

Costaba ciento y pico de dólares, que era muchísimo, y cada rollito de tres minutos era bien caro.

¿Era una pasión que ella compartía?

A ella siempre le ha gustado mucho el cine, pero no era sólo el cine, también la literatura. En mi infancia se me empujaba a leer, sobre todo mi padre. Si no habías leído un libro hacia el final de la semana, no se podía ver televisión, y a mí lo que verdad me gustaba era la televisión.

Entonces, leía un libro€

Sí, pero hubo un momento en que me entró el placer de leer. Mi primer libro fue uno de Ray Bradbury, y el siguiente fue de Teodoro Sturgeon, que también apasiona a Guillermo del Toro. Desde nuestra primera conversación es el autor que sigue saliendo cuando hablamos de cosas; es un punto de referencia. A partir de ese momento, tuve la curiosidad de descubrir la colección Minotauro, que era de ciencia ficción, y lo primero que leí fue Los cristales soñadores de Sturgeon, y ya después me clavé a todo Bradbury: Crónicas marcianas, El hombre ilustrado y demás. Además, mi mamá fue la que me introdujo tanto a los cineclubs como a los ciclos de conciertos.

¿Habla esperanto?

No, no hablo esperanto para nada.

¿Y por qué su compañía se llama así?

Porque en general el esperanto siempre me ha conmovido. No sólo es un lenguaje universal, sino que era parte de una filosofía muy apoyada por los grupos anarquistas del siglo XIX. De alguna manera es tomar al cine como el esperanto, en el sentido que creo que el cine es un lenguaje universal, que va por encima de lo específico, del formato o del idioma, los títulos, los subtítulos o en qué idioma se haga. Es un poco la filosofía de lo que la compañía quiere hacer, porque siempre te preguntan si lo tuyo son productos Hollywood o si has creado la productora para hacer películas mexicanas. No, es cine, sin importar de dónde viene.