Antonio Maenza no es un artista cualquiera. Y basta con una anécdota para conocer su compleja personalidad: celebraba el pueblo de Luis Buñuel su vuelta a España, tras la guerra, cuando Maenza se puso a gritar en medio de la fiesta que estaban a punto de llegar los tanques comunistas de Checoslovaquia. Al artista lo metieron en la cárcel, naturalmente, pero lo raro del asunto es que todos los presos se extrañaban porqué seguía allí pasado un tiempo: "se había leído toda la obra de José Antonio en un día", se comentaba entre los vecinos.

Así era Antonio Maenza. Un artista iconoclasta, rompedor, inconformista y, a veces, también incomprendido. Con su cine experimental de los años 60 y 70, con el que incluso trabajó con productores y actores prestigiosos, denunció los cánones de una sociedad, política y religión que no compartía ni le agradaba. Es más, fue Maenza un hombre que no ocultaba su ambigüedad sexual, por lo que se declaraba abiertamente a hombres y mujeres por igual.

Estas son algunas de las piezas biográficas que el director e investigador alicantino Carles Candela ha reconstruido para su documental, que ha podido rodar con el apoyo del IVAC (Instituto Audiovisual Valenciano).

Sobre la cinta, Candela nos explica que su objetivo principal fue adentrarse en la figura de un artista poco reconocido que, por el contrario, "fue considerado un genio entre los numerosos intelectuales y cineastas de los que se rodeó".

Para ello, Candela ha realizado un recorrido a través de su vida y obra de manera cronológica, que le llevaron a las cuatro ciudades más importantes de Maenza: Teruel (donde nació), Zaragoza (en la universidad rodó su primera película, El lobby contra el cordero), Valencia (contacto con los intelectuales, y segundo filme, Orfeo filmado en el campo de batalla) y Barcelona (el productor Pere Portabella produce su último trabajo, Hortensia/Beance, que no finalizó su montaje).

"Maenza era una de esas personas que hacen el mundo menos miserable de lo que es. Era un hombre de cambios constante, revolucionario en el campo cinematográfico, capaz de hacer un metraje de cuatro horas, sin distinguir el principio o el final de una historia tal y como la conocemos hoy", afirma Candela.

La concepción del arte de Maenza era tan radical, que jamás permitió que una de las copias de sus películas fuera por los cauces comerciales convencionales. De hecho, incluso fue invitado en una ocasión para participar en el destacado Festival de Cine de San Sebastián. Pero tampoco aceptó su invitación.

"Muchas de sus películas apenas se proyectaron, y en todo caso se exhibían en circuitos muy reducidos. Tenía una manera muy particular de ver el séptimo arte. Sus películas, además, eran un rebote político, religioso, cultural y social. Y, pese a lo que podamos creer, jamás fue un artista desconocido, aunque nunca quisiera estar en los museos", agrega Candela.

Escritor, ensayista, articulista, además de cineasta, Antonio Maenza murió en extrañas circunstancias. Es uno de los pasajes menos abordados en el documental, pero lo cierto es que Antonio Maenza apareció muerto de noche bajo la ventana de su casa.

Hay quien habla de suicidio, después de una temporada de sinsabores tras pasar por el servicio militar obligatorio. También le supuso un golpe muy duro la pérdida de su amigo íntimo Eduardo Hervás, estrecho colaborador suyo en alguno de sus trabajos, y con el que se decía que mantuvo una relación sentimental. Sea como fuere, en un extraño caso que la policía apenas le dedicó investigación y atención alguna, Antonio Maenza apareció muerto un día cualquiera de 1979, a la edad de 31 años.

Emma Cohen, la que fuera actriz y mujer del gran Fernando Fernan Gómez, definió a Maenza como "un auténtico maldito". Desde entonces, ese sambenito persigue al artista rompedor y revolucionario que fue Antonio Maenza.