Dice de sí mismo que tiene algunos gustos culturales bastantes predecibles. Los Beatles, desde luego; los Stones, Bob Dylan, Neil Young y el jazz que surge del saxo de John Coltrane. Admira la elegancia y el estilo de Cary Grant, a Jean-Paul Belmondo, a Alain Delon. Una conversación con Jude Law puede derivar en el recuerdo de unas páginas que relatan un viaje poético firmado por Hemingway, o en una clase de seducción salpicada de pinceladas de estilo. Pero no es sólo un seductor. Ningún actor inglés que haya cosechado excelentes críticas haciendo un Shakespeare en el exigente West End puede reducirse a eso. El gusanillo del teatro sigue ahí y, cuando su carrera cinematográfica le deja un hueco libre, se sube al escenario para sudar su papel en directo. En la pantalla, este año ya se ha dejado ver como el doctor Watson en Sherlock Holmes: juego de sombras, y en el último título de Martin Scorsese, la sorprendente La invención de Hugo. Lo próximo será 360, una película dirigida por Fernando Meirelles, y la esperada Ana Karenina, en la que Keira Knightley volverá a lucir sus galas más clásicas. Jude Law también ha desempolvado sus trajes de época y adelanta que ha intentado dar al personaje una carga impresionista y poco convencional.

¿Se atreve a definir la seducción?

Nunca ha de revelarlo todo, siempre ha de mantener algo de misterio, de enigma. Supongo que la seducción parte de lo que conoces de una persona, lo que crees que conoces y lo que no conoces en absoluto. Es como animar uno al otro a entrar en un terreno desconocido que siempre entraña algo de riesgo. La seducción es una cuestión de confianza.

¿Qué le resulta sexy de una mujer?

Que ella sepa que está guapa.

Está considerado un actor elegante dentro y fuera de la pantalla. ¿Cómo lo consigue con un trabajo que obliga a cambiar de aspecto físico tan a menudo?

Adaptándome. El verano pasado, por ejemplo, interpreté en el teatro Anna Christie, de Eugene O´Neill, y tuve que ganar mucho músculo porque mi personaje había estado cargando carbón quince años en la sala de máquinas de un barco. Seguí una dieta especial, engordé siete kilos, y durante diez semanas estuve levantando pesas, tratando de moldear mis hombros. ¡Y el resultado cambió mucho la forma en que me quedaban los trajes! Antes podía ponerme cualquier cosa porque estaba muy delgado. Me ponía un pequeño pañuelo, un fular o algo así. Pero últimamente he tenido que reexaminar y buscar un corte distinto en los trajes. Y he de confesarle que me está gustando llevar trajes y corbatas más confortables. Cada vez me doy más cuenta de que llevar ropa cómoda y que me guste es la mejor manera de resultar elegante.

Mat Burke, su personaje en la obra de O´Neill, tenía una actitud muy tradicional respecto a las mujeres y su papel en la sociedad. ¿No encuentra cada vez más difícil definir palabras como hombre, masculinidad o virilidad?

Sí. Burke resultaba impactante y desagradable para algunos hombres y mujeres del público porque era despiadado en sus opiniones y utilizaba su superioridad física como un medio para asentar su poder. Al mismo tiempo, muchas personas venían al camerino a comentarme que por qué los hombres ya no eran así, que él era un hombre hombre. Es un terreno pantanoso. Ahora los hombres no siempre saben cómo ser fieles a sí mismos.

La obra también habla sobre las mujeres maltratadas. ¿Hay un feminista en Jude Law?

Desde luego. Esa obra me supuso un nuevo desafío como actor, porque nunca había interpretado un personaje tan tosco y fuerte. Pero sobre todo me atrajo poderosamente el recorrido de Anna, la protagonista. Su declaración de fuerza es poderosa y muy adelantada a su tiempo, porque la obra se escribió en 1922.

Al margen de ganar músculo si se lo exige el papel, ¿sigue alguna rutina para mantenerse en forma?

Entreno bastante duro durante una hora al día. Llevo años haciéndolo. Estoy totalmente enganchado, no puedo parar. Normalmente es una combinación de boxing, cardio, correr, un poco de yoga, algunas pesas. De todo un poco y siempre rematado con una buena ducha caliente.

¿Qué le hace sentirse bien?

Muchísimas cosas. Tocar música es una de ellas. Y comer bien, beber buen vino con mis amigos, salir al campo...

¿Cómo sería su día perfecto?

Sería un día bonito. No necesariamente de verano, pero sí un día despejado. No tendría prisa ni horarios, porque siempre tengo la sensación de ir acelerado. Tomaría un buen desayuno y todo lo que me pondría estaría limpio y planchado. Me montaría en un fantástico coche y conduciría al encuentro de una comida maravillosa con todos mis amigos en la que podríamos pasar horas charlando. Luego quizás iríamos a escuchar música en directo o a bailar.

¿Hay alguna película que siempre le levante el ánimo?

Me encanta La vida es bella, aunque me temo que es un cliché.

De todos sus rodajes y su trabajo en escena, ¿recuerda algún momento particularmente feliz?

¡Miles! En El talento de Mr. Ripley, por ejemplo, estábamos en mitad del mar –el equipo en un barco y Gwyneth Paltrow y yo en otro– cuando, de repente, cambió el viento, la velas se llenaron de aire y los dos barcos empezaron a navegar. Recuerdo que sentí una gran sensación de pureza y también que pensé: "¿De verdad esto es un trabajo?". Otro recuerdo feliz es estar sentado con Paul Newman en una escalera esperando el momento de rodar y hablando sobre su amor por los coches de carreras. O el instante antes de salir a escena en mi primera noche de Hamlet...Cada recuerdo es como un beso, un momento con champán.

Un actor se mueve por todo el mundo y tiene algo de nómada. ¿A usted cómo le gusta viajar?

Con una maleta pequeña, sencilla. Nada de un gran equipaje ni toneladas de bolsas. Algo racionalizado. Te subes y bajas del avión, vas directo al coche y adiós.

En el anuncio de Dior Homme Sport, también sale al volante de un coche. Parece que le gustan...

Muchísimo. Me gusta el Aston Martin de 1961 convertible, el Porsche Carrera de 1970, el más antiguo. Y tengo un Mercedes SL que queda fantástico cuando se quita la capota.

¿Tiene alguna ciudad favorita?

Vivo en Londres y voy bastante a Nueva York y a París. Las tres ciudades me encantan porque las tres son capaces de extraer una parte de mí que se sólo se desvela cuando estoy en ellas. Y me fascina ir a Tokio porque allí sí tengo la sensación de estar en un sitio totalmente diferente. Voy a Tokio cada dos o tres años y, llegues a la hora que llegues, siempre tienes jet lag: te despiertas a las dos de la mañana, así que siempre tienes la sensación de estar como en un sueño. Es una cultura que admiro mucho; creo que es muy elegante y emocionante por su estética y su dimensión casi espiritual.

¿Cuál es su road movie preferida?

La noche del cazador. Considero que es una road movie cuando los niños se suben en el barco y se van. También soy un gran fan de Thelma y Louise.

¿Alguna escena de viaje que le haya dejado huella?

Hay un pasaje que me encanta en París era una fiesta, el libro póstumo de Ernest Hemingway. Scott Fitzgerald y él hacían un viaje para ir a recoger el coche de Zelda, lleno de agua de lluvia porque le había cortado el techo. Hay un capítulo fantástico en el que paran a tomar algo y, claro, hablan y beben; hablan y duermen en el arcén. Cada vez que llueve tienen que aparcar el coche debajo de un árbol para que no se llene de agua. Es la road story más apasionante para mí. Siempre he querido hacer una película así.

¿Le gustaría dirigirla? ¿Se ha planteado pasar al otro lado de la cámara?

¡Claro! Aunque no sé mucho del tema. Para mí, el mapa que han de seguir los directores es el guión. Y antes de meterte a dirigir has de saber que puedes vivir sumergido en ese mundo, en esa fantasía, durante tres o cuatro años.

Una de sus nuevas películas, 360, le ha llevado de Viena a Bratislava, a Río… ¿Dónde iría para relajarse?

Ahora me parece más fácil relajarme en mi casa, en Londres, antes nunca lo hacía. Siento que mi hogar se ha convertido en mi refugio. También disfruto mucho en la casa de mis padres en Francia. Es muy acogedora. Supongo que también es el viaje hasta allí lo que lo hace un sitio tan especial para volver.

¿Conoce algún rincón especialmente romántico?

Recuerdo un picnic en los montes Atlas (Marruecos). Subimos hasta encontrar un paisaje maravilloso. Por un lado, se veía el desierto y, por el otro, el pie de las montañas. Muy romántico.

También se ha puesto en la piel de Alexéi Karenin en Ana Karenina, de Joe Wright. ¿Qué le llevó a él?

Nunca había leído el libro de Lev Tolstói, pero el guión era una adaptación de Tom Stoppard, un escritor increíble. Y ya estuviera basado en una gran novela de Tolstói o no, él había escrito este impresionante guión sobre el amor, las relaciones interpersonales y cómo las afrontamos. Fue refrescante porque no parecía ser crítico con nadie. No me había dado cuenta de que Karenin siempre se había representado como un personaje anticuado, aburrido. Lo que es interesante es que Tom decidió mostrarlo como la persona que, en cierto modo, más amaba a Ana. Le deja hacer lo que quiere y no se divorcia de ella para no deshonrarla. Joe Wright, el director, quería que interpretara este personaje de una forma muy caricaturesca, de forma que fuera otra manera de avanzar y probar algo nuevo. En un estilo un tanto impresionista, poco convencional.

No es la primera vez que visita Rusia...

No. Cuando era muy joven interpreté a Vasili Zaitsev, un héroe ruso de la Segunda Guerra Mundial en Enemigo a las puertas, de Jean-Jacques Annaud. Cuando estaba investigando sobre el papel, leí muchas novelas rusas y estudié ese periodo en particular. Siempre he sentido fascinación por Rusia, el sentido de orgullo de los rusos y el amor por su país, el cual, si te fijas, les ha tratado bastante mal históricamente. Aun así conservan este sentimiento de identidad y, una vez que se abren a ti, te acogen de verdad.

Ana Karenina es una de las grandes heroínas de la literatura. ¿A quién admira, ya sea en el cine o en los libros?

Siempre me impresiona la gente que intenta crecer continuamente, que se reta a sí misma y al resto del mundo. Y también, como fan, artistas a los que acudes constantemente y de los que siempre sacas algo nuevo. La lista es larga. Soy un gran admirador de la novelista Iris Murdoch, ella es una de las razones por las que mi hija se llama Iris. Me encanta la poesía, sobre todo Philip Larkin y E.E. Cummings. De poesía contemporánea, Carol Ann Duffy, es brillante. Siempre he sido muy fan de Allen Ginsberg, un precursor. Y me encantan Bob Dylan y Neil Young, siempre estaban intentando cosas nuevas con su música. Como George Harrison: acabo de ver el documental sobre él de Martin Scorsese y me han impresionado su vida y su búsqueda de paz interior.

Usted también ha trabajado con Scorsese en La invención de Hugo. ¿Hay algún director, actor o actriz con el que le gustaría trabajar?

Me encantan las películas de Wes Anderson y, si pudiera volver atrás en el tiempo, me gustaría haber trabajado con Bob Fosse. En Francia, me gustan el trabajo y el espíritu de Guillaume Canet. Pero me siento fatal nombrando sólo a algunos, porque hay muchos otros.

¿Le ofrece el teatro papeles o adrenalina que no le ofrecen las películas de hoy en día?

Absolutamente. Es energía en directo. Cuando compartes una experiencia con cientos de personas en una sala, confinados, nace una especie de magia. Y el simple esfuerzo físico de mantener el tipo durante las dos o tres horas que dura la obra te llena de una adrenalina que es difícil de superar.

Fuera de focos, ha viajado a Afganistán para apoyar el proyecto Peace One Day, que propone el 21 de septiembre de cada año como un día en el que las organizaciones humanitarias puedan dedicarse a salvar vidas con más garantías de seguridad. ¿Ha cambiado esa experiencia su visión del mundo y de nuestra sociedad?

Creo que sí. Lo que es seguro es que cambió mi opinión de cómo podrían usarse las películas. Fue excitante formar parte de una película que documenta algo exclusivamente positivo en mi mente; algo que puede educar e inspirar.

¿Ha vuelto a Afganistán desde entonces?

No he vuelto allí desde el 2008, pero me encantaría volver. El país y sus gentes son increíblemente inspiradores, y el trabajo que llevamos a cabo fue un éxito. Aunque hay que decir que la gente responde un año, pero al siguiente se les olvida y es un poco frustrante tener que recordarlo frecuentemente. Tienes que recordar constantemente que el día de la paz es el 21 de septiembre de cada año.

¿Colaborar con Peace One Day es también una forma de transmitir ciertos valores a sus hijos?

La experiencia no ha sido más que positiva porque es dar sin recibir nada a cambio. Hay cínicos que critican a los actores por colaborar con organizaciones de caridad o humanitarias, no sé por qué. ¿De verdad piensan que intentamos vendernos a nosotros mismos? Puede hacerse mucho bien y yo quiero ayudar, involucrarme. Así pues, apoyo Peace One Day como padre, por supuesto, pero, sobre todo, como ser humano. Está ligado a un mensaje muy claro y es una idea muy efectiva.

¿Está en un momento definitorio o decisivo de su vida?

Creo que ambas cosas. Profesionalmente hablando, ha habido muchos momentos definitorios. Uno de ellos fue cuando trabajé con Anthony Minghella por primera vez, porque él aumentó mi prestigio como actor ofreciéndome un papel en una película de una escala en la cual yo no había trabajado nunca. Y, después, interpretando ciertos papeles que creo que me redefinieron. A veces en el buen sentido y otras en el malo. No voy a decir los que creo que me afectaron de forma negativa, pero trabajar con Steven Spielberg fue un buen movimiento y, aunque parezca broma, trabajar con Robert Downey jr. en Sherlock Holmes fue un gran cambio.

Cuente algo más.

Creo mucho en la vida: tienes que intentar aprender, cambiar, mejorar. Puede ser tu interior, la gente con la que estás o incluso lo que te rodea. Pienso que he pasado por diferentes estados y diferentes relaciones con mi yo físico. Ahora siento que se acerca otro cambio, o que estoy en mitad de uno en este momento. Me estoy mudando a un sitio en el que, probablemente, viva el resto de mi vida. Y esa es una gran elección, un proceso muy catártico. Creo que llega un momento en la vida de todos en el que tienes que buscar y evaluar constantemente.

Deje que le conozcamos mejor. ¿Hay algo a lo que sea totalmente adicto?

A los cacahuetes.

¿Qué le resulta especialmente molesto?

Alguien que hable alto cuando intento dormir.

¿Sabe lo que dicen sus amigos de usted?

Que soy un buen tipo.

Si pudiera cambiar una cosa de sí mismo, sería…

Me cuesta mucho levantarme por las mañanas. No importa lo pronto que me acueste, nunca quiero levantarme. Me gustaría poder levantarme y decir alegremente: "¡Buenos días!". Hay gente que es así, pero yo no puedo.