Crónicas lucentinas

Viernes de pasión

Albert Ventura en su primer entrenamiento con el HLA

Albert Ventura en su primer entrenamiento con el HLA / HLA

Mar Galindo

Mar Galindo

Una de las celebraciones religiosas que más impresiona desde siempre es la liturgia católica de Viernes Santo. El altar está desnudo, no suenan las campanas, no hay eucaristía, ni paz, ni bendición. Todo está en silencio, y la ceremonia comienza con el sacerdote postrándose boca abajo en el templo, rostro en tierra, en un poderoso símbolo de muerte, dolor y duelo. Es la ceremonia más austera del ciclo religioso, que da todo el protagonismo a la lectura de la palabra y a la adoración del árbol de la cruz. Ese día se lee el evangelio más largo del año: la pasión según San Juan. 

La primera luna llena de la primavera es la que nos trae este Viernes Grande, que justamente este año coincide con la visita del Real Betis Baloncesto al Pedro Ferrándiz en la jornada 27 de la LEB Oro. El contraste no podría ser mayor. Frente al silencio y la austeridad de Viernes Santo, el pabellón se llena de ruido, de color, de alegres procesiones de aficionados que acuden al Centro de Tecnificación con su propia liturgia deportiva. Distinto escenario; misma devoción. Los lucentinos costaleros llevan sobre sus hombros el peso del equipo, y se encomiendan a la fe de Davison, a los milagros que obra Gudmundsson, a la hermandad de Kostadinov, a la divina inspiración de Rodríguez, a la mano de dios que pone Bercy en cada rebote y a la providencia que esperamos que traiga el recién incorporado cofrade Albert Ventura, un experimentado escolta verdinegro dispuesto a servir al HLA Alicante en este via crucis en que se ha convertido la fase final de la liga regular. 

De pasión sabemos mucho en el Lucentum. Esta palabra latina, adaptada del griego «pathos», significa «sufrimiento, padecimiento». La pasión de Cristo recuerda su sufrimiento hasta la crucifixión. Pero ese sentimiento intenso también significa «emoción, fogosidad, fervor, deseo, adoración». Veremos qué tipo de pasión nos depara esta noche de Viernes Santo el encuentro contra el equipo sevillano. El partido de ida se saldó con una desventaja de 19 puntos, en una de las derrotas más dolorosas de los nazarenos alicantinos. Mala madrugá fue aquella. Un calvario del que los lucentinos habrán de desquitarse a base de sufrimiento en el campo, pero también de entrega, fuego e intensidad. El momento perfecto para enterrar las dudas sobre cuál es el techo de este equipo y entrar con una victoria más bajo el brazo en el sábado de gloria. Después de caer en Burgos contra Tizona, este viernes de pasión es el momento de resucitar, aunque no sea domingo.