A diferencia del cazador de mariposas el viticultor no quiere encontrar la especie perdida para solo mostrarla, una vez que la ha disecado. El viticultor es ante todo un generador de vida. Pertenece a una especie de club donde hombres y mujeres rastrean su entorno natural para buscar la presencia del pasado perdido y recuperarlo, activarlo y volverlo a hacer presente, con destino hacia el futuro. El viticultor es un inconformista que ahonda en los conocimientos, lee la naturaleza como un empecinado recuperador de especies y trata de agrandar el momento incorporando sucesiones de especies que parecían destinadas, desgraciadamente, a desaparecer.

La Maturana blanca, conocida también como Ribadavia, fue considerada la primera uva plantada en la D.O Rioja, teniéndose datos escritos de 1625 de su presencia en la zona. Es una variedad autóctona española, y su declive comenzó el inicio del siglo XX, llegando casi a su extinción. En el año 1985 la bodega riojana Ijalba planta un tercio de hectárea con 2000 de estas cepas, y desde el año 2.001 se producen con continuidad una cantidad de botellas de éste monovarietal.

Además del magnífico trabajo de recuperación que se ha hecho con la cepa, el proceso que desarrolla Bodegas Ijalba en el campo, en el caso de ésta botella y de toda su amplia producción vinícola, es de agricultura ecológica. Que si bien no podría querer decir nada a la hora de beber el vino, sí implica una confabulación con la tierra, para poder establecer un diálogo no abusivo y respetuoso con el medio.

MATURANA BLANCA VIÑA IJALBA 2010 es un vino que nos entrega la solaridad concentrada. Desde el dorado de la copa contamos que nos encontramos ante un vino con peso, que tal vez hable de una mineralidad lejana y antigua, que podría llevarnos a pensar que nos hemos trasladado de zona y estamos probando vinos del Loira y de la reputada geografía de Sancerre, donde la potencialidad es una de las bases de esos vinos que expresan el territorio a borbotones. Pero que no se han hecho para grandes envejecimientos.

Nos encontramos ante un blanco alejado de frivolidades. Que ofrece otra lectura muy diversa de lo que el territorio puede dar gracias a espíritus antiguos que ahora toman de nuevo la voz. La Maturana se presenta como una uva muy interesante, con la que habrá que seguir trabajando, desde luego, pero que ya muestra otros horizontes para una tierra que siempre se habría creído que estaba dedicada únicamente al trabajo con los vinos tintos. Las posibilidades que encuentra el viticultor con la recuperación de viejas cepas es encontrar nuevos sonidos que incorporar a las melodías que quiere presentar. La uva actúa de traductor de un territorio con más caras, almas y riquezas que las que la tradición reciente nos tenía acostumbrado.

Bebemos vino para conocer la capacidad de las tierras, las expresiones de las uvas, la voluntariedad de quien con sus manos y sus pensamientos trabaja la historia para encontrar cual el vino más adecuado para este momento en que nos acercamos a él.

MATURANA BLANCA IJALBA 2010 nos enseña que en el pasado siempre hay posibilidades para llegar al futuro. Que hay tradiciones tremendamente actuales y modernas y que es divertido encontrarse con estos vinos singulares que vuelven a estar a nuestra disposición. El Abecedario se amplía, nuevas palabras surgen. Nuevas formas de expresión y conocimientos tenemos a nuestro alcance. Gloria a los incansables viticultores que nos hacen más feliz los tiempos de futuro.