Opinión | Oído, visto, leído

(Mi) semana de pasión

Cofradía de San Pedro Arrepentido

Cofradía de San Pedro Arrepentido / Joaquín Carrión

Lunes. Uf, qué despertar. Se ha roto la caldera, ha amanecido lluvioso y al Peugeot se le enciende una lucecita amarilla en la pantalla. No he salido aún a la calle y ya estoy peor que Michael Douglas en Un día de furia. Desde aquí le doy una baza a Yolanda Díaz: ¿no podías proponer, Yolanda, cargarnos los lunes y que la semana empiece en los martes, directamente? La «gente» lo apoyaría sin fisuras y daríamos un golpetazo a este capitalismo neoliberal que nos rodea y que hace que las calderas se rompan cuando les de la gana. Ya está bien. Menos mal que el jueves salimos para Málaga de vacaciones.

Martes. Hoy estoy en Madrid por trabajo. La tierra de la libertad y de los maseratis está como sin fuerza, desinflada, exhausta. Como si más que una caverna llena de queroseno ardiendo a todas horas, fuera ahora un pozo aburrido y tristón y con olor a garbanzos. Es verdad que no hay colegios, pero es que además han debido huir todos los tertulianos de todos los medios de comunicación y todos los asesores y dircom de todos los ministerios. Suman unos cuantos, eh. Y todos viajando hacia Cádiz, Baqueira, Asturias, Alicante, Granada, Formigal. En los inicios de cualquier Semana Santa, Madrid se convierte en una manada de búfalos sin control que llena España de bermudas y jerseys ataditos a la cintura, así llueva, diluvie o truene y, mientras, los bares y hoteles se forran. Madrid se mete en España, y España se traga a Madrid.

Miércoles. La que se ha liado en la reunión del Consejo de RTVE, con Broncano de prisionero. La que fuera beatífica y angelical expresentadora de telediario Elena Sánchez decapita a su director general de contenidos en la primera hora de la reunión y ella misma es decapitada en la segunda. Está bien el querer dar espectáculo para incrementar la audiencia de la televisión de todos, pero tanto... Tiene gracia además que un programa que se llama La Resistencia y está enfocado a los milenials sirva de excusa para que los boomers se acuchillen entre ellos, a modo de «boda roja» hispana y catódica. A Elena Sánchez la han sacrificado a traición, pero parece que va a seguir de costalera. No hay dolor, pero tal vez dietas.

Jueves. Bajamos a Alicante y nos topamos con alguna procesión. No sé cuál es, pero qué más da. Me quedo a mirar, me imagino que por mimetismo. En Alicante hace cuarenta años no había apenas tradición de procesiones y ahora parece que la hemos inventado aquí. Tras ver varios pasos, a cuál más sacro y litúrgico, a mi mujer y a mí nos entra un cierto recogimiento mezclado con sentimientos de culpa, de los cual creemos firmemente que solo escaparemos yendo a tomar unas cañas con aceitunas y patatas fritas. Como si fuéramos Tom Cruise y Cameron Diaz, esquivamos a varios turistas con chalequito color caqui y pillamos hueco a punta de pistola en una barra de bar de muy buen ver. Nos tomamos el aperitivo, pero con mucho sacrificio y recogimiento.

Viernes. Mi madre siempre dice que el viernes santo es el día del año que más gente sale a la calle a la vez en España. La mezcla de nazarenos, ejército, trompetas y saetas sigue imbatible en el prime time ibérico y tiene un nosequé que los españoles vivimos unos con pasión, otros con indiferencia y otros con contradicción (o negación). Y entre medias, vino, bacalao, mistela y torrijas, familias que se juntan, plazas de pueblo que se llenan, abuelas que se engalanan, problemas que se aparcan.

Y es que al final no nos vamos a Málaga, que resulta que viene una prima de mi mujer con su marido a vernos (que como se sabe es el deporte preferido de los alicantinos: que los parientes de tu mujer vengan a visitarte cuando ellos crean conveniente, y casi sin avisar. A mí que no me digan, pero esto en Europa no pasa, seguro.…).