Opinión | ORIHUELA

Aquellas Cruces de Mayo

Mi niñez en Orihuela se celebraba a lo grande, los vecinos, siempre en muy buena armonía se reunían por las noches por grupos en varias casas, todos ponían papel de seda de colores y botes con engrudo

Cruces de Mayo.

Cruces de Mayo. / PILAR CORTES

Cuenta la leyenda que el emperador Constantino I el Grande, durante una batalla contra los bárbaros, una noche tuvo una visión, en lo alto del cielo vio una cruz brillante y sobre el patíbulum (travesaño), una inscripción: "In hoc signo vinces" (Con esta señal vencerás). Desde entonces mandó construir una cruz que iría siempre delante de su ejército.

Hasta aquí una ligera pincelada sobre el origen de la devoción a la Santa Cruz. En nuestro país, aunque la Iglesia Católica conmemora el día 14 de septiembre la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, hay una tradición muy arraigada de celebrar en muchos pueblos y ciudades la Cruz de Mayo. Concretamente, en nuestra zona geográfica existen dos ciudades donde se conservan algunas reliquias.

En Granja de Rocamora, se hallan pequeños fragmentos o partículas del madero de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, extraídas del relicario apostólico y concedidas por el Departamento de Celebraciones Litúrgicas de su Santidad el Papa para su exposición y veneración.

En Caravaca de la Cruz, según la tradición, hay un resto de la cruz en la que Cristo fue crucificado. Se conserva en un relicario con forma de cruz patriarcal de doble brazo horizontal.

Concretamente en Orihuela no tenemos la dicha de poder venerar ninguna reliquia del lignum crucis, pero sí tenemos una gran cruz de hierro puesta en lo más alto de la sierra de la Muela que, desde hace algunos años, se encarga la Policía Local de iluminar en el mes de mayo.

Nuestra Cruz de la Muela —así es llamada por los oriolanos—, modestamente también tiene su historia. Fue puesta allí por indicación del dominico valenciano San Vicente Ferrer en el año 1411, con motivo de una visita que realizó a nuestra ciudad donde estuvo predicando durante varios días.

Pero, centrándonos más en la tradición de celebrar la Cruz de Mayo, hemos de decir que en nuestra tierra ha sido esta costumbre muy arraigada hasta hace algunos años en que, por imperativos de la modernidad, se ha ido perdiendo esta hermosa práctica, conservándose más en las pedanías y caseríos de la huerta.

Recordando mi niñez en Orihuela se celebraba a lo grande. Los vecinos, siempre en muy buena armonía se reunían por las noches por grupos en varias casas. Todos ponían papel de seda de colores y botes con engrudo. Unos se dedicaban a cortar y otros a pegar, así hacían las cadenetas, farolillos, banderitas y demás adornos que luego serían instalados desde un balcón a otro de enfrente, consiguiendo un cielo raso de colores en toda la calle. Los hombres con carros de mano se desplazaban hasta las afueras de Orihuela: carretera de Beniel, Arneva o Hurchillo. Cargaban con ramaje de álamo, pino y demás hojarasca que después era puesto sobre paredes, puertas y ventanas. Las mujeres y los niños barrían y rociaban toda la calle y con hojas alfombraban todo el suelo; los balcones se cubrían con cobertores. Después se levantaba un altar en la parte más visible para la vecindad. Sobre el altar, una gran cruz hecha con flores.

Las gentes visitaban las calles comparando los adornos de unas con otras en sana competencia.

Sería precioso recuperar aquella tradición que convertía a toda la ciudad en una explosión de luz y color.