No era ayer un domingo corriente. Al menos no para quienes se pegaron el madrugón para no perderse la primera salida de la ruta "Diverdía". Una actividad organizada por el parque natural de la Serra Gelada y el Ayuntamiento de l'Alfàs del Pi que enseñó, sobre un catamarán de 25 metros de eslora, los tesoros naturales y las historias más increíbles contenidas en los acantilados y las profundidades de este paraje protegido compartido por los municipios de Benidorm, l'Alfàs y Altea.

El mar en calma, como si fuera un lago, fue la primera recompensa para los madrugadores del primer turno (de las 9 horas, al que siguieron otros a las 11 y a las 13 horas). Tras partir del puerto alteano, el enorme catamarán se dirigió a los pies de la Serra Gelada, allá donde se divisan los restos de lo que fueron unas productivas minas de ocre. La salida contó con dos guías de excepción, Fran, el técnico del parque natural, y Carolina Frías, la arqueóloga municipal de l'Alfàs. Ésta, ante la proximidad de las minas, reveló sus curiosidades. El mineral se usaba para elaborar las pinturas de las casas hasta los 60. La producción cesó en la Guerra Civil y los últimos años fue dirigida por Esperanza Soler.

Sobre las minas se divisa el antiguo camino al faro. Y el nuevo, menos angosto. Y el faro, el único que puede visitarse de toda la Comunidad Valenciana al haber sido reconvertido en centro de interpretación. Junto a él, la Torre Bombarda, uno de los pilares defensivos ante los ataques piratas, encargado de alertar a los habitantes del castillo de Altea en el siglo XVI.

El barco avanza. Pasa frente al "morro de Sant Jordi", un saliente rocoso cuyo nombre nadie sabe de dónde viene. Lo contrario al de la propia denominación del parque natural, "Sierra Helada", al que al menos se le atribuyen dos historias. Una, a que su cordillera vista desde el mar en las noches de luna parece estar cubierta por un manto de nieve por sus rocas calizas. Otra, la propia traducción de "cordillera", "serralada", deformada hasta el nombre actual.

El técnico del parque toma el relevo en la charla cuando el catamarán llega a unos montículos enormes que lamen parte de las paredes verticales de los acantilados (de más de 400 metros de alto). Son las dunas jurásicas, con sus más de 80.000 años a la espalda. Únicas en Europa, gracias a ellas pueden vivir en tierra plantas como el enebro marino.

A los niños estas pétreas dunas no les llaman tanto la atención como el "elefante", una roca con forma del animal que mira hacia las islas, Mitjana y Benidorm, donde vive un pintoresco albatros enano llamado "Escateret" o "pájaro de las tormentas".

El barco empieza a girar para el retorno a puerto cuando se produce lo más esperado. ¡Un delfín mular! Niños y mayores olvidan el elefante, el pájaro y hasta la explicación sobre las praderas de Posidonia "que generan en un metro cuadrado más oxígeno de uno del Amazonas". Pero aún quedan más cosas. Quien esté interesado en ellas puede contactar con el Departamento de Turismo de l'Alfàs del Pi, que organizará otras salidas este verano. El precio de adultos es de 12 euros, reducido a 8 para los niños.