No hay duda. José Mota y su especial del 31 de diciembre triunfó sobre todas las demás cadenas, cuya oferta intragable podemos simbolizar en la pertinaz, grasienta y pocha Paz Padilla, esa pesadilla, que se montó en Telecinco otro insufrible La noche en Paz. De nuevo fue José Mota y su brillante olfato para retratar la actualidad con ironía el que se llevó a la audiencia.

Un año más, en la TVE actual, el humor del manchego, por muy suave que sea en cuanto a crítica política, es la única que sale de la tele pública. Es tan fiero el control, las murallas tan altas para defender al partido que nombró a la dirección de esa maquinaria, que el espectador tiende a ver como un rasgo de libertad sin fisuras la excelente parodia del debate entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Rivera y Soraya Sáez, con un Rajoy ausente en el plató pero escuchando desde las bambalinas.

Sin embargo, y es el segundo año que da la sorpresa, de toda la fanfarria de especiales tras las uvas y el desparrame, las telepasiones y los señores con pajarita y las señoras con escotes, fue el especial de Cachitos de hierro y cromo el que se alzó con mi corona. Qué gran trabajo el de ese equipo, qué gran acierto el de La 2. Superó incluso a la oferta de Cuatro y La Sexta, toda una proeza. Presentado por Virginia Díaz, que alterna en un mismo programa lo sofisticado y lo popular, el Cachitos que despidió 2015 y recibió el 2016 se armó en torno a la idea de una fiesta de fin de curso donde la música, claro, es la reina de la noche. Y qué música. Y qué genio el de los guionistas escribiendo esas frases de presentación de los artistas, y qué maridaje tan perfecto entre La 2 y Radio 3 para gloria del entretenimiento. Cachitos de hierro y cromo fue lo mejor del fin de año.