Sí, las buscan. A todas iguales. Partidas por la misma costilla, o como se diga. La señora Anne Igartiburu se prepara para parir, si no lo ha hecho ya, y dejó por un tiempo el set de Corazón, esa antigualla que La 1, aunque no se lo crea, sigue emitiendo.

Cuando me paro algún día a ver y, sobre todo, escuchar las crónicas que narran los periodistas del programa, paso del cabreo a la hilaridad. ¿Cómo es posible que aún se use ese lenguaje y ese tonito al margen de la realidad? Todo es acaramelado, cursilón, estúpido, hueco. A veces creo que esos cronistas se toman la revancha escribiendo esas sandeces como el que escribe un manifiesto de protesta, una forma, la única, de mantener el trabajo pero aliviar su conciencia, su mala conciencia.

Hace poco hablaban de que una pareja, la de un tal marqués Carlos Falcó y una tal Esther Doña, cómo no, modelo y ¿actriz? Se dice que son una pareja fuerte que mira al futuro con ganas, narraban los gamberros cronistas de la noticia asegurando que la pareja está consolidada, que fue en una cata de vinos donde surgió el amor, y que el ex de Isabel Preysler tiene más de 80 años y ella, la modelo y ¿actriz?, no tiene ni 40. Vamos, un amor de toda la vida, el uno para el otro.

La sustituta de Anne tampoco anda coja. Literal. Se encarama a unos tacones de vértigo, pone caritas, y ahí está Jose Toledo cruzando los pies, abriendo y cerrando los ojos con esa miel que se le supone al amor, yendo de esta punta del plasma a la otra, y vuelta a empezar. Igartiburu se despedía con su «hasta mañana, corazones», que me tocaba la flor. Su sustituta despide el programa como cantando la entradilla de la noticia con la que «despedimos el programa hasta mañana, chao, chao». Pues hala, chao, chao.