La apuesta es, como dice el cargante Pelayo en 'Amar es para siempre', cristalina, dicho por José Antonio Sayagués como el que mea porque a estas alturas su personaje es él. Lo de La 1 está claro, meridiano. ¿Recuerdan el mítico Estudio 1? Si no es demasiado joven seguro que sí.

Por aquel programa pasaron los mejores textos, los mejores dramas y comedias, los mejores actores y actrices de nuestra escena, los mejores directores y lo mejor de la televisión, desde cámaras y sonidistas a iluminadores y decoradores.

Ver una nueva entrega de Estudio 1 era un acontecimiento cultural. Te entretenía y educaba, te estimulaba la reflexión, el análisis, te consideraba un ciudadano de primera, justo lo que se espera, y hay que exigir a una televisión pública. Desde el domingo, Estudio 1 es Estadio 1. Sí, yo lo veo así también, una blasfemia, casi una provocación.

Me dirán que es un guiño, que es un homenaje a aquella marca. No soy tan ingenuo. Creo que es un desprecio en toda regla. Estudio 1 despierta. Estadio 1 atonta. Esa es la explicación. La televisión pública no tendría que echarse a esos montes, pero ahí la vemos, tirándose al barro de los campos de fútbol como una gata en celo, convirtiendo el fútbol en añorada adormidera aliada del poder.

No hay bastante con Estudio estadio, la tertulia diaria que emite el canal público Teledeporte, ni el desorbitado tiempo que consume el fútbol y sus personajes en todos los telediarios, hay que apretar más la tuerca. Y así se hace desde este fin de semana en La 1 para calentar la temporada liguera. A Estudio 1 muerto, Estadio 1 repuesto. Viva la idiocia.