En los documentales, de La 2 o de la tele de mi barrio, siempre que vemos un rebaño de cabras salir de sus empalizadas, de las cercas, de sus cuadras, salen como cabras, dando saltos como potrillos en busca de yerbajos y balando como chotas. En los documentales pasa eso y vemos eso. En los programas en directo de la tele a veces pasa casi lo mismo. En vez de cabras son señoras con un micrófono en la mano y una cámara delante que les permite, según vemos, hacer la cabra con impudicia y mucha, mucha impertinencia. Lo mismo da que sea TVE que Canal Sur, pongo por caso.

La reportera intrépida no es cosa de zona geográfica. Existe per se. La tarde del jueves, día de las cabalgatas que llenaron las calles de las ciudades del país, fue el delirio de las reporteras cabra. Las de Canal Sur son la bomba. Las de 'Andalucía directo', el éxtasis caprino. Vi a más de una -eran chicas- encaramarse, trepar como chotas, hasta las barbas del rey Gaspar, hasta el ridículo tiznado con que disfrazan al Baltasar y, una vez arriba, como el Leonardo DiCaprio de 'Titanic', con los brazos abiertos, gritar que ellas también son las reinas, por un día, del mundo.

Preguntas chorras a los disfrazados, a los que les hacían tirar caramelos a cámara para que al presentador en el estudio, Modesto Barragán, le cayera una lluvia de caramelos lanzados por los colegas del plató. Original, es verdad. Lo cierto es que algunas, enfervorecidas por el momento, se ponían pesaditas, con esa chulería que da la impunidad de tener un pase de prensa y creer que la gente está a tu servicio. Como hizo la reportera de La 1 con los reyes magos de Madrid. A voces, con una euforia desquiciada, detuvo a sus majestades con preguntas de parvulario caprino.