Es una gitana bárbara, con un sueño casi húmedo. ¿Acabar al fin la EGB? Tonterías. Su proyecto actual en la vida es ser Miss Gitana. Es La Rebe . Qué arte tiene la joía. En la anterior edición de Los Gipsy Kings, que de eso va la cosa, como no podía ser de otra forma hablando de Cuatro, la niña de la familia Jiménez logró alcanzar su meta, ser la reina del mercadillo.

Qué responsabilidad, madre mía. Yo no sabría cómo gestionar tanta fama, tanto peso. La Rebe, tampoco. Mi fama, dice, va creciendo, me gusta mucho ser famosa, pero hasta un punto, porque me agobian demasiado. Vamos, la Paris Hilton de Plasencia. Siempre perfecta, dice de sí misma. Cuando llega al mercadillo, pasadas la una de la tarde, el morro de la madre llega a Cáceres, pero el padre la exculpa porque «ella es asín».

El teatro del matrimonio, fingiendo ante la cámara lo que los guionistas les dictan, es de lo más simpático. De repente la madre ve con buenos ojos que la nena participe en ese «nuevo proyecto». Sus argumentos son rotundos. «¿Por qué no puede ser que la elijan a ella si tiene su pelo, tiene su cara guapa, tiene su tipo, lo tiene tó mi niña?» Pero Los Gipsy Kings no se agotan en la familia Jiménez, que los guionistas inventan, pero hay que dar cuartelillo a otros gitanos.

Ahí están los González, vamos, Jorge González, al que algunos conocían por haber concursado en La voz . Su presencia en este programa gira en torno a su relación con la laca. Gasta más que La Rebe. ¿Cuánta laca gasta el presumido? «No lo sé, botes, muchos botes al mes, la capa de ozono va a explotar. Mi tupé es mi tupé». Basta. Con Los Gipsy Kings te ríes. Pero también lloras. De pena.