Tengo miedo a no vivir, a privarme de la gente que tengo aquí con despistes que no son importantes.

Así, sereno, lúcido, en un contexto tan extraordinario como Nepal, donde al parecer el espíritu se suelta, habla José Coronado en una rivera de un afluente del río Ganges, mientras en la otra, la cámara muestra el humo de la cremación de un cuerpo. La escena forma parte del nuevo programa de Jesús Calleja, Planeta Calleja, que el domingo estrenó Cuatro.

Pasarán, además de Coronado y su hijo Nicolás, José Mota, Santi Millán, y el joven Marc Márquez, el motorista. ¿Saben que me gusta este nuevo programa? ¿Y saben por qué? Porque es Calleja, pero no parece Calleja, es otra cosa. Hay eso que tanto le gusta a él, lo extremo, ya escalando piedras o bajando por cuevas a lagunas en la barriga de la tierra.

Pero en este Planeta Calleja, el menos planeta de su mundo, hay conversaciones de alto voltaje con el invitado que, al no estar bajo los focos de un plató, dice cosas que tal vez no diría en un ambiente que no fuera, por ejemplo, el que proporciona Kagnebi, un pueblo pequeño recorrido por el viento helado en la zona tibetana de Mustang.

A mí me parece un despropósito, le dijo Coronado a Calleja, que un tío de 50 quiera hacer lo que un tío de 20, eso es ser un mamarracho. Quiero decir que lo de amarrarse a una cuerda y subir metros sobre el vacío está bien, pero ya lo hemos visto en Calleja. Lo que te va sorprendiendo es descubrir que el tipo, desde la inocencia, consigue que sus invitados hagan un viaje hacia sí mismos.

Y eso sí que es difícil y extremo.