Aquí trabajan funcionarios españoles de distintas épocas con la misión de que la historia no cambie, nuestros funcionarios viajan a la época donde se ha producido una alteración del tiempo y la corrigen. O sea, una máquina del tiempo, y además española, le dice el personaje de Rodolfo Sancho al de Jaime Blanch, alto funcionario del ministerio. Qué va, eso no existe, contesta el subsecretario, existen las puertas del tiempo.

El origen del Ministerio del tiempo se remonta a la época de los Reyes Católicos gracias a un rabino que para no ser expulsado reveló que había una serie de puertas que conectaban con el pasado de los reinos españoles. Hablo de El Ministerio del tiempo, la serie que estrenó la pasada semana La 1.

Por cierto, el rabino no fue expulsado, pero la Inquisición, santa y pía, lo quemó por brujo. En el piloto, dos franceses del XIX llegan al XXI, se enteran de que Francia perdió la guerra de 1080 contra España y quieren volver para reescribir la historia. Es el primer trabajo de los tres reclutados -Rodolfo Sancho, enfermero del SAMUR, un espadachín del XVI, Nacho Fresneda, y Aura Garrido, mujer adelantada a su siglo, el XIX-. Su viaje hasta el Madrid ocupado por los franceses logra que la historia no cambie.

España ganó la guerra de la Independencia. El Ministerio del Tiempo es una serie, al menos el primer capítulo, con guión e idea original que mezcla ciencia ficción, aventura, historia, intriga, y altas dosis de ironía. Cuidada ambientación, vestuario, iluminación, música, buenos actores, en fin, todo a su favor. Véanla. Sólo los muy apretados de culo seguirán diciendo eso de «no está mal para ser española» Y así es, no está mal. Está muy bien.