Llevan en primera línea de la lucha contra el covid desde el minuto uno de la pandemia sin dudar en poner en riesgo su vida para salvar la de los pacientes. La entrega del colectivo sanitario, preparada para la tercera oleada del virus, es pura vocación.

En los primeros días de la pandemia los rostros de los sanitarios llenos de marcas en la piel causadas por los equipos de protección tras turnos de 12 horas atendiendo a pacientes con covid dieron la vuelta al mundo. Días oscuros en los que sanitarios como Rosa Louis, gerente del departamento de salud de la Marina Baixa, se contagiaron en su trabajo porque las pocas mascarillas se reservaban para los profesionales en primera línea ante la escasez de material, que se miraba con lupa. Louis dirige una de las áreas de salud de la provincia de Alicante más castigadas en la primera ola, con 769 positivos y 106 fallecidos hasta mayo, y es un ejemplo de cómo se baten cada día en las trincheras contra el SARS-CoV-2 miles de sanitarios entregados las 24 horas, sábados, domingos, madrugadas, pegados al teléfono en las pocas horas de descanso: médicos, enfermeros y auxiliares, pero también camilleros, celadores y el resto del personal de los hospitales y centros de salud de la provincia, sin olvidar la aportación de los profesionales de farmacia. Todos están cansados pero mantienen intactas las ganas de trabajar y la entereza para afrontar la tercera ola cuyo pico se aproxima. Porque el virus sigue entre nosotros y «lo que nos viene será tan duro como a lo primero, seguro, pero estamos preparados», afirma la también gerente del hospital de la Marina Baixa.

«En aquellos días se miraba con lupa el material de protección porque había muy poco»

A punto de cumplirse el primer año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase el SARS-CoV-2 pandemia mundial, algunas cosas han cambiado. Los expertos saben mucho más del virus y cómo se comporta, aunque siempre sorprende, y los trabajadores de UCI, Urgencias e internistas están mucho más protegidos, hasta el punto de que ya apenas hay contagios en las plantillas hospitalarias en una provincia que en abril lideraba los positivos entre sanitarios en la Comunidad con 1.500 trabajadores afectados, lo que llevó a los colegios profesionales a reivindicar recursos para contener la avalancha.

Marcos González estuvo 101 días ingresado en la UCI del Hospital General de Alicante enfermo de covid. El 1 de julio fue trasladado a planta entre aplausos del personal sanitario. | HÉCTOR FUENTES

En aquella primera ola, el hospital de la Marina Baixa recibió de golpe, al igual que el resto de centros hospitalarios de la provincia, el doble de pacientes que camas tenía el centro a causa del covid, obligando a la dirección a olvidarse de las listas de espera, la preocupación en aquel momento, y a optar por una gestión de supervivencia con «decisiones rápidas y drásticas porque no queríamos que se nos muriera la gente», explica Louis, especialista en Medicina Preventiva. La creación de dobles circuitos en Urgencias, la distribución de camas UCI por diversas zonas del hospital y la derivación de pacientes a clínicas, en una colaboración público-privada con el permiso de Sanidad, «nos permitieron salir de aquella época con entereza y al final los números no fueron malos». El área de salud aprovechó la desescalada para duplicar camas UCI y Urgencias como refuerzo para la segunda y la tercera ola; se hicieron con su propia máquina para analizar PCR sin tener que enviar las muestras a Alicante, e intentaron anticiparse a la evolución de la curva abriendo una tercera planta para enfermos covid. INFORMACIÓN reconoce con un «Importante» el enorme papel de todo el colectivo sanitario.