La "Cava Rodríguez", un comercio histórico de Alicante que cumple 70 años

El estanco de la antigua estación sigue presente en la plaza Séneca y está regentado por la tercera generación de la misma familia que abrió el local en la terminal en 1954

El estanco de la antigua estación de autobuses cumple 70 años

Pilar Cortés

Alberto Losa

Alberto Losa

El estanco de la plaza Séneca e histórico estanco de la antigua estación de autobuses cumple 70 años. Uno de los comercios más veteranos de la capital de provincia, que abrió en la primavera de 1954 en un diminuto espacio dentro de la terminal de autobuses de unos siete metros cuadrados y que hoy se ubica en un amplio local de la plaza. En la actualidad está regentado por Carmen, María José y Marian Rodríguez, tres hermanas que suponen la tercera generación de esta familia de comerciantes. Aunque todas ellas reconocen que el mayor mérito del estanco lo tiene su padre, José, que, aunque jubilado, sigue pasando por el local de manera diaria.

José Rodríguez, nacido en Rafal y que tiene 88 años asegura estar orgulloso de que su negocio, conocido por muchos de sus clientes como "el estanco de Autobuses", haya pasado de un pequeño habitáculo a una auténtica cava, uno de sus sueños en este sector.

En abril de 1954, la familia Rodríguez abrió en un diminuto local de la antigua estación la Expenduría número 32. El espacio contaba con apenas seis metros cuadrados y una única ventana al exterior. La andadura la iniciaron Dolores y su hijo José, aunque más adelante sería únicamente el rafaleño junto a su esposa Antonia quienes regentaron la tienda durante la mayoría de sus años en la antigua estación. Un negocio que, señala la familia, les permitió educar y ver crecer a sus cuatro hijos tras llevar el local "con esfuerzo, dedicación y entrega absoluta".

José Rodríguez muestra una foto del antiguo local, el que se ubicaba dentro de la estación.

José Rodríguez muestra una foto del antiguo local, el que se ubicaba dentro de la estación. / Pilar Cortés

Tras el fallecimiento de Dolores, José heredó la credencial del estanco para continuar la labor iniciada en 1954 junto a su esposa Antonia y, eventualmente, con la ayuda de sus hijos. Un trabajador al que sus hijas definen como "cordial, sencillo y espontáneo" y que se ganó el afecto tanto del vecindario como de los trabajadores de la antigua estación.

Tras el cierre de la estación

Uno de los cambios más significativos de este comercio se produjo poco antes de su 50 aniversario. El cierre y traslado de la estación obligó a la familia Rodríguez a buscar un nuevo local para mantener el negocio en pie. No era fácil, como explican sus hijas: la ubicación tenía que estar cerca de la antigua terminal, por la distancia obligatoria con otros estancos, y el precio por el que vendían los locales no era barato, recuerdan Carmen y María José Rodríguez. Finalmente, José Rodríguez encontró uno a buen precio y en una localización casi inmejorable, justo frente a la antigua estación, en la calle Pintor Lorenzo Casanova, frente a los antiguos andenes por los que transitaron durante décadas miles de pasajeros y de clientes.

Con la llegada del nuevo milenio y del nuevo local se produjo también el que sería el segundo de los cambios importantes en muy poco tiempo, la jubilación de Antonia y José, quienes cedieron tras varias décadas el testigo a sus hijos. El estanco, conocido en su actual etapa como "Cava Rodríguez", es regentado por sus tres hijas, aunque a sus 88 años José no puede evitar realizar su visita diaria al estanco para comprobar que todo funciona y para aconsejar a los clientes con sus décadas de vivencia y trabajo, apuntan sus hijas.

De estación a plaza

La familia Rodríguez no solo ha sido testigo de los cambios en su propio comercio, sino en todo el entorno de la plaza. "Aquello fue una necesidad. Cuando la estación se cambió, el estanco nos lo cerraban. Mis padres se volvieron locos para encontrar un local. La estación estaba muy degradada. El parque ha sido algo bonito, sobre todo los niños. Nuestros hijos tenían la facilidad de salir a jugar", explican las hermanas Rodríguez.

"El estanco que abrió mi abuela hace 70 años no tiene nada que ver. Ahora es una cava. Si tuviéramos que volver al espacio de siete metros cuadrados, sería imposible por espacio", indican las hermanas Rodríguez. "Esperamos continuar hasta que el cuerpo nos aguante", subrayan.

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