Clasificación: *** | España 2020. Director: Salvador Calvo. Guion: Alejandro Hernández. Fotografía: Sergi Vilanova. Intérpretes: Luis Tosar, Anna Castillo, Álvaro Cervantes, Jesús Carroza, Miquel Fernández. 119 minutos.

Se introduce en un espacio, el norte de África, y en un contexto, la crisis de la inmigraciónque afecta de modo especial a nuestro país en tanto frontera sur entre Europa y los países subsaharianos. Por eso esta es una cinta que hay que agradecer y que subraya la importancia de un problema que revela la existencia, nada menos, de 258 millones de migrantes en todo el mundo. Tanto es así que unos 6.100 mueren cada año intentando alcanzar un mundo mejor.

En este ámbito tan cercano en el plano geográfico, el director Salvador Calvo, que debutó en el largometraje en 2016 con '1898. Los últimos de Filipinas', ha realizado una película, pese a que se deje llevar en ocasiones por ingredientes excesivamente sentimentales. El director se ha valido de tres historias para dar cuerpo a la película y resumir los elementos esenciales del asunto que lleva entre manos. El primero recoge la dura realidad cotidiana de un niño de 6 años, Adú, que vive en condiciones míseras con su hermana mayor en Senegal. Esta última, consciente de que no hay futuro para ellos, está intentando recoger dinero para llegar de forma clandestina a España. Un empeño que conlleva un riesgo de extrema gravedad al tener primero que esconderse en el lugar en el que se conservan las ruedas del avión que les debe llevar a París y después, tras el inevitable engaño de las mafias que controlan el paso del Estrecho, ser rescatados del mar por las embarcaciones que salvan vidas en el Mediterráneo. El segundo relato, el menos llamativo, se ciñe a las relaciones entre un activista entregado a la causa de evitar los estragos de los cazadores furtivos de elefantes y su hija, con la que tiene varias cuentas pendientes. Ahora se le brinda la ocasión de reconciliarse cuando llega a África a pasar con él unas vacaciones. Finalmente, el tercero lo interpretan varios guardias civiles, vigilantes de la valla de Melilla, que están siendo juzgados por su actuación, considerada exagerada, a la hora de reprimir a los asaltantes empeñados en alcanzar la libertad.

Filmada casi por completo en África, en Benín en concreto, se ha rodado en tres idiomas, francés, inglés y castellano en la versión original. La doblada es un puro absurdo al hablar todos los personajes en español. Con todo este equipaje se redondea un proyecto que valía la pena, y aunque era globalmente arriesgado contiene soluciones narrativas que se agradecen.