Calificación: ** ½ | Director: Jacob Aaron Estes. Producción: Blumhouse Productions-Briarcliff Entertainment. Guion: J. Aaron Estes, sobre un argumento propio y de Drew Daywalt. Fotografía: Sharone Meir. Música: Ethab Gold. Intérpretes: David Oyelowo, Tormenta Raid, Mikelty Williamson, Brian Tyree Henry, Alfred Molina, Shinelle Azoroh, Byron Mann, April Grace, Omar Leyva y Arkis Ninos. Duración: 103 minutos. Nacionalidad: EEUU.

Contiene elementos a tener en cuenta que no pasan inadvertidos y hay que ubicarlo en el bloque de ese cine policíaco que, sin ser nada extraordinario, sí permite albergar esperanzas de futuro a corto o medio plazo. Puede hablarse incluso de agradable sorpresa en el plano de un thriller violento y con fases impactantes que denotan cualidades narrativas en su director, que es el habitual realizador de serie B que controla la especialidad con aceptables recursos.

Responsable de tres largometrajes, debutó en la dirección en 2004 con 'Mean Creek', rodando en 2011 'The details', ambos con la crítica a favor pero sin excesivos entusiasmos. De hecho su suerte todavía no ha mostrado signos a tener muy en cuenta. A pesar de ello, las cosas podrían ser algo diferentes, sobre todo sí en su más reciente película no llevara en ocasiones el relato a unos niveles frenéticos que menoscaban puntualmente situaciones encomiables.

El guion, del propio cineasta, permitía haber llegado bastante más lejos, pero hay una obsesión permanente por sorprender al espectador hasta las últimas consecuencias. La media hora inicial es buena prueba de ello, con un Jack Radcliff en el papel de un detective que pasa por unas circunstancias terribles, ya que le comunican por teléfono que su familia, incluyendo a su sobrina predilecta Ashley, ha aparecido muerta con evidencias de haber sido asesinada. Eso no es todo, puesto que poco más tarde la propia Ashley, que en teoría había fallecido, le pone al tanto de que hay más supervivientes, entre ellos algunos que presuntamente habían sido enterrados.

Es como para volverse loco y Jack pasa por instantes, desde luego, que ponen a prueba su cordura. Con estos "detalles" se abre paso una segunda mitad que pierde entidad a partir del momento en que la muerte y la violencia campan a sus anchas en ese intento ?agrante por desconcertar al auditorio con soluciones casi absurdas. Es cierto que Jacob Estes no llega a perder las riendas de lo que sucede en la pantalla, pero sí que pone en riesgo parte de ese legado que podía haber dado más de sí. Habrá que esperar a nuevos intentos porque recursos los tiene para mejorar su rumbo.