Es más interesante de lo que presagiaba y buena prueba de ello es que los malos augurios del comienzo se disipan a medida que se entra en materia y va saliendo a la superficie lo más jugoso del caso Ted Kennedy, un suceso sobre el que todavía no se ha arrojado la necesaria luz a pesar de que tuvo lugar el 18 de julio de 1969.

La película evoluciona de menos a más y huye con decisión y efectividad del habitual planteamiento de este tipo de cine marcado en buena medida por la actualidad y con estructura y diseño de telefilm.

El director John Curram revela su habilidad en estos derroteros, algo que comprobamos en los tres mejores títulos de su obra, El velo pintado, Stone y El viaje de tu vida, y a lo que ha contribuido el guión de Taylor Allen y Andrew Logan. Si algo pone de relieve la cinta es que Ted Kennedy no da la talla a la hora de intentar convertirse en Presidente de Estados Unidos.

No estuvo a la altura de las circunstancias al confirmar su relación con Mary Jo Kopechne, que fue secretaria de su hermano Robert y que fue la pieza esencial para encontrar las claves de un accidente que le costó la vida a este último. Tampoco se atrevió a confesar, una vez que se dio a conocer la sentencia, prácticamente exculpatoria, las auténticas razones de su forma de actuar.

Y nunca ha convencido su justificación de lo que hizo en las nueve horas que siguieron al accidente de automóvil en 1969 en la isla de Chappaquiddick, Massachusetts, en el que él conducía y que provocó la muerte de Mary Jo, abandonada en el agua y sin posibilidad de sobrevivir.

Por otra parte, la película toca sin demasiada profundidad pero con un mínimo de convicción los comportamientos de amigos y familiares, aludiendo sobre todo al padre de Ted, que aún estando discapacitado demuestra con la contundencia de sus actos lo que le parece el comportamiento de su hijo. Con estos ingredientes se hace en buena medida coherente una historia que gana en claridad y que se reserva para el final unas palabras decisivas del protagonista que son toda una declaración de principios.