No hay lugar ni para el aplauso ni para la decepción, simplemente porque esta tercera entrega de la serie del agente Johnny English, tras 'Johnny English' en 2003 que dirigió Peter Howit y 'Johnny English' return en 2011 firmada por Oliver Parker, es lo que suele denominarse como más de lo mismo.

Sin forzar la máquina, rodando un título cada 8 años, lo que le permite un trabajo relajado, el actor Rowan Atkinson ha convocado a su clientela con los mismos instrumentos de siempre, demostrando de nuevo que sigue ejerciendo un control absoluto de lo que tiene entre manos, hasta el punto que sin intervenir en teoría en el guión la mayor parte de las ideas que afloran en el mismo llevan su sello y su visto bueno. Tanto es así que el más fiel termómetro de la temperatura de la película no es otro que la eficacia y la rentabilidad de los gags que conforman la cinta.

Consciente, por otra parte, de que no es bueno alargar el metraje, ni siquiera alcanza aquí el standard de los 90 minutos. Eso sí, ha sabido rodearse en el apartado femenino de dos nombres de peso, la inglesa Emma Thompson y, especialmente, la rusa Olga Kurylenko, está última en el mejor cometido de la cinta.

La novedad del argumento consiste en que Johnny English es ya un agente jubilado del Servicio Secreto Británico, el temible M17, pero al que la carencia de espías en activo con plenas garantías de éxito obliga a recurrir de nuevo. La situación es complicada ya que un ataque cibernético contra el MI7 amenaza con revelar la identidad de todos los agentes secretos que actúan en Inglaterra si no se paga una importante cantidad de dinero. Esta es la ocasión para que vuelvan a enfrentarse dos formas antagónicas de entender el mundo del espionaje, la clásica del agente analógico y la más reciente del espía digital.

Teniendo en cuenta la artillería de gags que colman la película y su desigual efectividad, hay algún momento ameno y divertido, y otros que se fuerzan en exceso y no dan en la diana del humor.