Nos permite contemplar una realidad social que no es otra que la del aquí y el ahora de una España vista desde la óptica de las clases menos privilegiadas y consigue describirla con enorme convicción y con unos instrumentos narrativos muy eficaces en el plano dramático. Son virtudes que no están al alcance de todos en el cine, pero que en este caso hay que subrayarlo positivamente porque se ha hecho un buen trabajo. Es producto de la más que magnífica realización de una directora, la catalana Belén Fuentes, que ha sabido recoger el ambiente tenso y terrible que se vive en un seno familiar desestructurado y sacar de los personajes que desfilan por la pantalla lo mejor de su interior. Con la particularidad de que La hija de un Ladrón es la ópera prima de la directora y ejerce, por tanto, como un obstáculo añadido que se transforma finalmente en un mérito.

El origen de la historia va estrechamente unido a un corto anterior de la cineasta, Sara a la fuga, que se adentraba en los mismos lugares y que sufría las curiosas consecuencias de una metamorfosis que lo convertían en un largometraje. Un cambio de identidad que tiene lugar en Cataluña, en un ambiente poco dado a cualquier tipo de satisfacción, teniendo en cuenta sobre todo que el padre de ella ha salido de la cárcel por un delito de robo, que la relación entre ambos no es todo lo que sería de desear y que los deseos de ella de comenzar una nueva vida con un prometedor empleo pueden irse al traste.

Un factor que hay que tener muy presente junto a los ya citados es la presencia en el reparto de la joven actriz Greta Fernández, la hija en la vida real de Eduard Fernández, que lo es también en la ficción. Un asunto que hay que valorarlo como se merece y que aporta a las imágenes unas dosis estimables de profesionalidad. En fin, cuestiones a valorar y que hay que tener en cuenta de cara a un futuro inmediato.