Hay de todo como en botica, desde pueblos que están desapareciendo porque se quedan sin habitantes hasta migrantes africanos que, paradójicamente, tratan de legalizar su situación para poder quedarse en España. Es la realidad del momento, del aquí y del ahora, que se desarrolla en el marco de un pueblo que se muere y en el que, como es natural, nunca llueve a gusto de todos.

Esto es lo que nos propone una cineasta argentina que demuestra conocer a fondo la situación de nuestro país, Marina Seresesky, en el que es su segundo largometraje, tras debutar en 2016 con ‘La puerta abierta’. Lo suyo es un auténtico homenaje a las películas corales que han nutrido en buena medida nuestro cine y que nos ha dado muestras inolvidables de la mano, sobre todo, de Berlanga.

pero sí regala momentos divertidos y jugosos que pueden dar mucho de sí a corto plazo. Si algo hay que valorar de principio es la acertada elección que se ha hecho de buena parte de los personajes que nutren la historia, de forma que puede decirse, sin menospreciar a los demás, que Carmen Machi, Pepón Nieto y Jon Kortajerena llevan la voz cantante.

Todos ellos son los escasos supervivientes de Cortejuelo de Arriba, una pequeña población que ha puesto en marcha un plan, inspirado en la difusión del turismo rural, para superar la grave crisis de despoblación que amenaza con la desaparición del pueblo.

La fatalidad, o la dicha según desde donde se observe, quiere que en esos momentos tan decisivos irrumpan en el lugar un grupo de cinco africanos que, al parecer, huyen de la justicia y que son tan «peligrosos» que ponen en peligro la paz y la tranquilidad que siempre ha reinado por esos lares. Hay, por tanto, que prepararse para hacer frente al «terrible» enemigo.

Un cuadro ciertamente pintoresco, que sería siniestro si no fuera ridículo, que va a transformar de forma radical la vida y las relaciones de unos seres alejados de la mano de dios que pasan del miedo a la admiración y que caban formando un increíble frente de amistad. Es de ahí de donde brotan los prejuicios de quienes han sido víctimas de la manipulación. Pierde algo de fuerza en la segunda mitad, pero casi siempre da la talla y hace fluir la sonrisa.