Convierte un relato de ciencia-ficción en una historia cursi, ingenua y apta casi exclusivamente para adolescentes, tomando como modelo a seguir, junto a la propia novela de Alexandra Bracken, la serie de 'Los juegos del hambre', aunque es muy inferior en todos los términos. Es más, la adaptación de la primera entrega de esta trilogía, que tiene su continuación en 'Never fade' e 'In the afterlight' también supone un considerables fracaso. Moviéndose en otro género, el de animación, la realizadora surcoreana Jennifer Yuh Nelson logró resultados muchos más estimulantes y brillantes. El problema fundamental, por ello, para los productores es decidir si el proyecto de seguir rodando la serie prosigue o si se cancela.

El mayor defecto de la cinta, entre otros muchos que frustran sus objetivos, es que cuenta la historia desde unos supuestos ridículos, tratando de mostrar la apocalíptica realidad de nuestro planeta en un futuro cercano. Resulta que algo parecido a una epidemia ha acabado con la mayor parte de la población infantil en el mundo, lo que ha llevado a muchos padres a llamar a la policía para que se encargue de tomar las medidas necesarias para superar una realidad de pesadilla. Por lo pronto, los pequeños son internados en el campamento de Thurmond, sometidos a una estrecha y estricta vigilancia. Lo más sorprendente, sin embargo, es que estos supervivientes tienen unas habilidades increíbles que, por desgracia, no pueden controlar.

La historia prosigue seis años más tarde, ya con los niños convertidos en jóvenes adolescentes y más convencidos de que la única vía de esperanza para escapar y lograr la libertad que tanto anhelan es unirse en grupos de resistencia. Así se asegura también que permanecerá viva la llama del amor. En este sentido la trama abre paso a un romance entre los internos del campamento revestido con toques de una indigesta fotonovela en la que los personajes han sido elegidos con criterios propios de un cuento de hadas.