El británico Terry Gilliam presentó este lunes en la Mostra de Venecia "The Zero Theorem", un filme con el que regresa a un futuro terrible como el de "Brazil" para contar una historia de aislamiento e incomunicación que queda muy por debajo de su película más reconocida.

La película creó una cierta polémica tras el primer pase de prensa en la Mostra, donde compite en su sección oficial, con su reflexión intelectual sobre quiénes somos y hacia dónde vamos, pero se queda en la superficie de lo estético.

El protagonista absoluto de la cinta, Christoph Waltz, se muestra distante y no parece creerse un personaje al que le faltan tantas preguntas como respuestas, principal problema de un guión que resulta pretencioso y en el que Gilliam explora sin mucho acierto las cuestiones principales de la vida.

"The Zero Theorem" "tiene más relación con 'Brazil' de lo que yo había pensado en un primer momento", reconoció en la rueda de prensa Gilliam, que rechazó la idea planteada por algunos periodistas de que este nuevo proyecto sea el cierre de una trilogía en la que también estaría "Doce monos".

El que fuera componente de los Monty Python explicó que es una historia de cómo el futuro llega más rápidamente de lo que esperamos y de cómo cada vez estamos más relacionados a través de conexiones virtuales.

Waltz es un trabajador de un mundo que funciona por unas reglas desconocidas en un escenario que alterna los vivos colores y la oscuridad más gótica. Espera una llamada de teléfono mientras intenta resolver un complejo problema matemático que le tiene que permitir llegar al teorema cero, presionado por un líder (Matt Damon) del que poco o nada se sabe.

Personajes extraños se cruzan en su camino, pero en realidad su vida es absolutamente solitaria y con una ausencia total de relación con sus semejantes, una historia que recuerda mucho a uno de los capítulos de la serie televisiva británica "Black Mirror" sobre un futuro dominado por el "Gran hermano".

"Se aisla a sí mismo del mundo, cumple con su trabajo como mucha gente en la actualidad, sin hacerse preguntas sobre lo que hace", explicó Gilliam, que ha querido lanzar un aviso de hacia dónde vamos en un mundo excesivamente dominado por la tecnología.

"Yo no me creo ni un 'nerd' ni un 'geek', pero me siento ante mi ordenador y me dejo seducir", agregó.

La vida se va consumiendo mientras permanecemos sentados ante el ordenador "y cuanto más conectados estamos a ese mundo más lo entendemos", resaltó Gilliam, quien destacó que a través de las redes sociales hay un mayor acceso a la información pero al mismo tiempo fomenta el aislamiento.

Como ejemplo positivo apuntó a la primavera árabe, que pudo comenzar en Egipto porque los jóvenes fueron capaces de comunicarse a través de internet y hacer oír en el exterior sus reivindicaciones. Pero, lamentó, que la situación allí ha vuelto al comienzo con la misma gente en el poder.

Relaciones virtuales

Por eso con su película y con su cine en general lo que pretende es impulsar el pensamiento, la discusión o el debate y no tratar de dar soluciones a los problemas.

En "The Zero Theorem" se ha centrado en el aumento de las relaciones virtuales y en cómo afectan a la forma de vida, un tema que le interesa mucho.

"Estaba muy preocupado por ello y durante el año que dediqué a hacer la película dejé de estarlo. Pero al acabarla ha vuelto esa preocupación", resaltó muy expresivo.

Esa preocupación está claramente reflejada en una historia en la que sin embargo también aparece el amor real como forma de redención, mediante el personaje que interpreta la francesa Mélanie Thierry.

"Ella le seduce en un mundo virtual y le decepciona en el real. Es muy trágico y triste", dijo el director, para quien el amor "es algo muy peligroso". "¡No lo recomiendo para nada!", exclamó entre risas.

Lo importante es, agregó, "tener control sobre nuestra vida ya sea virtual, real o surrealista".

Y no dar de lado las ventajas que pueden traer las tecnologías. En su caso, ayudarle con la grabación de algunas frases que quiso añadir en el último momento a la película cuando ya había acabado el rodaje.

"Las grabé en un iphone, se las envié por e-mail a Mélanie y ella, que estaba en el sur de Francia, añadió lo que yo necesitaba y me lo devolvió a Londres", contó satisfecho.