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LA PLUMA Y EL DIVÁN

Celebradores

Celebradores

Hay fechas en el calendario que son inolvidables y pasar por ellas significa, irremediablemente, una celebración por todo lo alto. Cada cual tiene sus días señalados que le dictan la necesidad de dejarse llevar de las alegrías, por motivo de un recuerdo fundado o un señalamiento imperioso de rememorar algún acontecimiento de vital importancia.

Y luego están los celebradores, aquellos individuos que todos los días del año, sin excepción, tienen algo que celebrar y lo secundan como una liturgia. Estos curiosos personajes, no logran entender a los que no tienen nada que solemnizar un día cualquiera y los miran con desdén, menosprecio y una pizca de pena contenida.

Siempre están dispuestos para la fiesta, sea cual sea, conlleve gasto o no, les resulte forzada o suelta, les acarree perjuicio o beneficio, lo único que valoran realmente es el hecho ineludible de que hay que celebrar. Nada más triste y sinsentido que un día en blanco; un día sin significado ceremonioso es fútil, insulso, desquiciante y penoso.

El celebrador tipo se acuesta con la ilusión de que mañana tendrá otro nuevo acontecimiento para poder festejar y ese hecho es el que le sirve de motor en su vida. Cuando llegan los días encadenados a festejos continuados, donde no hay que buscar excusas que justifiquen nada, son los más felices de la tierra, porque hasta los enemigos de las conmemoraciones, se tienen que unir al yugo de las mismas, si no quieren ser vistos como bichos raros.

La última vez que me topé con uno de estos celebrantes empedernidos, fue la víspera de Navidad. No nos había tocado nada en la lotería, como siempre, pero estábamos en plena fiebre consumista, preparando la opípara y pantagruélica cena de Nochebuena.

El celebrador de turno me arrastró literalmente hacia una cafetería cercana, para brindar por los días festivos. Además, teníamos que festejar el nacimiento de su segundo hijo, las oposiciones que había conseguido ganar su mujer y la compra de su nueva casa. Apabullado por tanto gozo atrasado y venidero, dejé a mi amigo en compañía de otro conocido al que atrapó, para seguir el día de celebración en celebración.

Estos días de fiesta que hemos pasado, son la más pura exaltación de la familia y la amistad, con o sin virus, que se convierten para los celebradores en días de júbilo irrefrenable y para los sufrientes de las celebraciones, en un calvario más a soportar. Espero, amigo mío, que su caso esté entre los primeros, pero, de no ser así, paciencia, resignación y regálese una alegría.

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