«Me paso la vida preguntándome quién soy yo, cómo soy, poniendo en cuestión qué significa ser cubano, ser español, ser negro... Y la forma que tengo de responder a eso es haciendo estas obras, que tampoco me lo responden, pero me entretengo mientras pienso y busco respuestas», bromea el artista Elio Rodríguez (La Habana, 1966), afincado en Elche desde hace quince años. Ahora expone su obra reciente en el Museo de la Universidad de Alicante (MUA) a partir del jueves y hasta el 5 de mayo, comisariada por David Alpañez y Susana Guerrero.
Rodríguez presenta en Junglas una treintena de creaciones -entre dibujos y bocetos, pinturas, vídeos y, especialmente, esculturas- de los últimos dos años, con las que se saca la «espinita» de no haber presentado en Alicante, hasta ahora, una muestra completa de su obra, que sí han visto en países como EE UU, Brasil, China o Reino Unido.
El pretexto de Junglas es la pintura La Jungla de su compatriota Wifredo Lam, que ahora «revisita» en sus piezas más orgánicas con propuestas diferentes en materiales, texturas y colores que parten de la selva y de lo salvaje, de la naturaleza exuberante y excesiva. «Todas mis obras ahondan en lo orgánico y remiten a la naturaleza, con formas que pueden ser cualquier cosa que imagines. Hay gente que ve pimientos, pepinos, formas humanas, pero siempre hay algo de divertimento porque yo aprendo riéndome de mí mismo y del mundo que me rodea», explica Elio Rodríguez, cuyo alter ego es El Macho, un personaje estereotipado del negro cubano llevado a la desmesura, que el artista utiliza con humor para analizar la identidad y la cultura cubana desmontando clichés.
Aquí es la naturaleza indómita, voraz y carnosa, la que emplea para hablar de la identidad afrocubana, que se visualiza particularmente en sus obras escultóricas realizadas con materiales blandos que él mismo cose -«Mi madre era costurera y me tenía prohibido usar su máquina. Supongo que de alguna manera me salió», apunta»- y que le parecen «más cercanos a la gente, más artesanos y menos artísticos, menos serios» que, por ejemplo, el mármol, «que no sabría tallar».
La jungla también se extiende en su serie Proyectos utópicos, iniciada en la pandemia, que presenta en vídeos, dibujos e impresiones donde el público podrá contemplar monumentos como el Partenón, el Capitolio, la Puerta de Brandeburgo o el propio Castillo de Santa Bárbara invadidos por «lo salvaje» a modo de ensoñación.