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SURCOS

El relevo generacional, asignatura pendiente del campo de Alicante

La edad media de los titulares de explotaciones agrarias en la Comunidad es de 64 años. El sector admite que la falta de rentabilidad frena a los jóvenes a la hora de apostar por la agricultura y pide políticas e incentivos

Ana, de 32 años, con su tractor en el campo de Dolores, donde cultiva olivos ecológicos.

Aunque los turnos de riego ya se controlan por ordenador, muchas de las cosechas están mecanizadas y los agricultores experimentan con nuevas variedades de cultivos y avanzan en la línea ecológica, todo ello puede resultar ineficaz si el campo alicantino no afronta una de sus asignaturas pendientes y más apremiantes, como es el relevo generacional. En estos momentos, la edad media de los titulares de explotaciones agrarias de la Comunidad es de 64,53 años, casi cuatro más que la media nacional, según un documento del Ministerio de Agricultura que utiliza como ejercicios de referencia el año 2017 para los cultivos y 2019 para censos ganaderos.

De los más de 107.318 titulares de fincas en la autonomía, sólo 4.474 son menores de 40 años; y cada día se pierden 4,55 de estos propietarios de explotaciones en la Comunidad, con datos de la Unió de Llauradors. Cifras suficientemente reveladoras para apuntar a un envejecimiento de la población agraria, como advierte esta organización.

«La incorporación de jóvenes es una necesidad. Sin ellos, no hay futuro en el campo», alerta Eladio Aniorte, presidente de Asaja-Alicante. Todos los agentes del sector están viendo cómo se agudiza la situación. Sin embargo, entienden que la falta de rentabilidad de la agricultura con precios en origen por debajo de los costes de producción no es un aliciente para que a los jóvenes les resulte atractivo adentrarse en una profesión que, además, «es complicada y dura», reconoce Aniorte. La Generalitat coincide con el diagnóstico del envejecimiento de la población agraria de la Comunidad y asegura que los próximos diez años «son críticos para decidir qué queremos: si tener una agricultura con titulares de explotación o una de grandes fincas de capitales que tengan empleados agrícolas nada más», según el secretario autonómico de Agricultura, Francisco Rodríguez Mulero.

6.500 alicantinos entre 25 y 34 años

Rodríguez Mulero apuesta por la profesionalización. Gente joven que invierta e innove, «ya que a los más mayores les cuesta avanzar en este sentido», añade Eladio Aniorte. Pero, si el futuro pasa por el relevo generacional, el sector exige políticas e incentivos que hagan atractivo a los jóvenes adentrarse en el mundo agrario. Si no es así, «podremos cerrar las puertas al campo», sentencia Carles Peris, secretario general de la Unió de Llauradors. Entre los ocupados alicantinos en la agricultura (propietarios, autónomos y trabajadores), sólo 800 tienen entre 16 y 24 años; 6.500, entre 25 y 34 años; y 10.000 están en la franja de entre 35 y 44. En los últimos cuatro años la Generalitat ha movido ficha con un programa de ayudas para la primera instalación, que ha supuesto la incorporación de unos mil jóvenes agricultores de la Comunidad al campo. En concreto, han sido 849, de los que 186 eran de la provincia. No obstante, las organizaciones agrarias critican el retraso en la percepción de las ayudas.

Ana Cañizares, de Dolores y con 36 años, es una de las personas que hace cuatro años se acogió al plan. Para ella, este año termina el programa, aunque puede reengancharse si reúne las condiciones para solicitar la subvención prioritaria, explica. No es ajena a esta actividad, ya que su padre es productor. Pero un día tomó una decisión drástica. «En la peluquería que gestionaba desde hacía 15 años, colgué el cartel de se cierra porque quería probar en la agricultura».

Ana, de 32 años, con su tractor en el campo de Dolores. TONY SEVILLA

Una ayuda para empezar

Hoy cultiva olivos y en una huerta, todo en ecológico. Tiene tierras arrendadas. La subvención le ha servido para arrancar y empezar a producir. Aunque sabe que el próximo paso es invertir más, ella dice que a duras penas se saca un sueldo, pero que está dispuesta a seguir. Entre otras cosas, porque entre la peluquería y el campo «he ganado libertad. Yo me gestiono los horarios», subraya Ana Cañizares. Los últimos datos sobre el número de ocupados en la agricultura revelan una fotografía fija de cómo está el sector en la provincia. En el cuarto trimestre de 2019, Alicante contaba con 27.400 personas con trabajo en el campo, 7.100 menos que en el mismo periodo de 2018. Y, de ellos, el 79,5% eran hombres y sólo el 20,4% mujeres, según la última Encuesta de Población Activa (EPA).

Pero la pérdida de agricultores no es lo único que reflejan las estadísticas, sino también que en esta calificación se agrupan tanto titulares de explotaciones como empresas y trabajadores. De hecho, casi el 79% del total son asalariados. Y, además, estos han descendido en un año en más de 6.000 personas. Para tener un proyecto de vida viable en el sector, hacen falta estructuras productivas con tamaño adecuado, ya que, al haber también inestabilidad de precios, el contexto «hace que los jóvenes no vean atractivo incorporase al campo», reitera Rodríguez Mulero. Pero desde Asaja-Alicante replican que también hay otros factores que influyen, como «que la Administración no considere la agricultura como un sector estratégico y que la Ley de Sucesiones obligue a los herederos de una finca a comprarla», asegura Eladio Aniorte.

Clara es un ejemplo de relevo generacional. Dejó el sector comercial por la agricultura. A. AMORÓS

Un cambio

Sin embargo, en medio de este desánimo, existe el pequeño rayo de luz que aportan algunos jóvenes que apuestan por el sector. La ilicitana Clara Guilló, de 42 años, es un ejemplo del relevo generacional. Después de que su padre se jubilara en 2016, tomó las riendas y cultiva alcachofas en una hectárea, y en unos 8.000 metros cuadrados, tomates hidropónicos. Un cultivo en el que se sustituye el suelo para sujetar a la planta por un sustrato como la fibra de coco u otros. Los nutrientes son aportados a las plantas disueltos en el agua y supone una importante reducción de consumo hídrico, además de que puede reaprovecharse para otros usos.

Antes trabajaba en el sector comercial y estudió informática, «pero cuando las pantallas de los ordenadores eran verdes y los textos en blanco y negro», ironiza. También estudió estética, pero se decidió por el campo «porque me daba pena que se perdiera todo lo que hizo mi padre». Pero también su madre. «Las mujeres siempre han trabajado en el campo, pero estaban a la sombra del marido. Ahora tienen más visibilidad con la incorporación femenina al sector», añade. Clara Guilló admite que los costes de producción son altos, pero sale adelante y, además, prueba con nuevas variedades. Cultiva la alcachofa «green queen».Una planta más alta y más resistente a las enfermedades, según cuenta.

Esperanza y su marido, José Manuel, con su perro, en su finca donde cultivan en Elche. A. AMORÓS

También en Elche, Esperanza Vicente, de 36 años, y su marido, José Manuel, llegaron hace cinco años desde Granada, donde Esperanza estudió Historia del Arte, además de haber sido guía oficial de turismo. Pero regresaron para quedarse y dedicarse a la agricultura. «Tenemos claro que es duro. Sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pero forma parte de nuestra forma de pensar», asegura Esperanza. Comenzaron de cero en la finca de su padre abandonada desde hacía años y hoy cultivan en más de cinco hectáreas granada mollar de Elche, higueras y tomates, con certificado ecológico. Quiere seguir e invertir. «No tengo previsto abandonar esto», añade Esperanza. La apuesta por lo ecológico es una línea de mayor rentabilidad por los precios, según reconocen los agricultores que eligen este sistema. Y Esperanza Vicente también tiene claro que la venta directa o en canales cortos son, de momento, su opción más rentable.

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