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Dos opciones para conciliar

Dos opciones para conciliar

Las semanas que tienen un día festivo siempre son bien recibidas. Por lo que si el trabajador pudiera elegir, seguramente, escogería trabajar cuatro días a la semana y tener siempre un fin de semana de tres días. Las semanas se harían más cortas y tal vez la productividad aumentaría. Pero esta opción, ¿es la mejor para conciliar? El Gobierno llegó a un acuerdo con el grupo político Más País para implementar un proyecto piloto para trabajar 32 horas a la semana al que han destinado 50 millones de euros y se probará en 200 empresas. Una medida que podría ayudar a la olvidada conciliación. Ahora el debate es si es mejor trabajar cuatro días o trabajar 6 horas y 24 minutos al día.

José Luis Casero, presidente de Arhoe-Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, asegura que lo «rompedor» es tener esos tres días libres a la semana. Pero matiza que no es lo mejor para todo el mundo. Casero explica que si se opta por el modelo alternativo, de menos horas al día, una pareja con hijos tendría más flexibilidad para ir a buscarlos al colegio, comer con ellos o incluso acompañarlos a las actividades extraescolares. Además, recuerda que si se opta por la jornada de cuatro días a la semana, las horas escolares no tendrían por qué adaptarse a esa nueva situación.

El presidente de Arhoe también incide en que, por cuestión de productividad, lo más factible sería fraccionar más la jornada laboral, es decir, trabajar esas 6 horas y 24 minutos al día, aunque reconoce que «lo goloso» es tener cuatro días de trabajo y tres de descanso. José Lominchar, profesor de Udima y experto en relaciones laborales y recursos humanos, refrenda esa afirmación, ya que el pico de productividad de los trabajadores se sitúa en las primeras horas de jornada laboral, y «luego ya empieza a decrecer».

De esta manera, el presidente de Arhoe ejemplifica con programadores o trabajadores de software que sí que podrían adaptarse a esas cuatro jornadas semanales. Lo importante, según los expertos, es evitar riesgos reales como la desigualdad por sectores, así como ser capaces de garantizar la productividad de las organizaciones, evitar brechas laborales o salariales. «La generalización o la única opción no sería la más recomendable», puntualiza el profesor de Udima. Ambos expertos coinciden en que la clave es conocer el sector productivo, sus trabajadores y cómo funcionan.

Para Lominchar, lo más importante es que este debate permitirá revisar procesos productivos y avanzar en una cultura del trabajo no solo presencial, sino también aceptando los modelos de teletrabajo o mixtos, que podrían mejorar mucho más la conciliación. Por ello, considera necesario sumar a la ecuación el trabajo por objetivos para garantizar la viabilidad y rentabilidad de las organizaciones y trabajadores.

Y es aquí donde tiene que estar la clave de este proyecto. Según el presidente de Arhoe, los trabajadores deberían poder flexibilizar su jornada laboral en los momentos necesarios. Además, señala que se puede implementar, incluso, la jornada intensiva de verano todo el año, pero de forma flexible. «¿Quién dedica dos horas para comer?», se pregunta. Para los dos expertos, trabajar por proyectos o por picos de productividad es la mejor opción para la conciliación. «Lo mejor es organizarse la jornada como mejor vea el trabajador para poder luego conciliar», apunta José Luis Casero.

Las posibilidades que introduce esta iniciativa tienen que ver, también, con la negociación entre los distintos actores sociales e, incluso, poder definir una opción a medida para cada sector. Y esta es la gran oportunidad, tal y como señala Lominchar.

Más productividad

José Lominchar explica que una de las consecuencias de reducir la jornada laboral a 32 horas tendría que ser aumentar la productividad, porque supondría una oportunidad «real» para la economía: «Ser competitivos y mejorar las condiciones de nuestro capital laboral». Sin embargo, hay un problema y es la dificultad de hacerlo transversal a todos los sectores productivos.

Por ello, insiste en que la clave está en ser capaces de modernizar el sistema productivo y evitar perder horas efectivas/productivas de trabajo. «El objetivo no se puede separar: mejorar condiciones laborales y también mantener la rentabilidad o capacidad productiva de las organizaciones, lo contrario será un impacto negativo no solo económicamente sino socialmente», puntualiza el profesor de Udima, José Lominchar.

Que no afecte al sueldo

Reducir la jornada laboral semanal no es una reivindicación nueva. De hecho, tal y como recuerda el profesor de Udima, Felipe González, expresidente del Gobierno, aprobó en 1982 que la jornada laboral máxima no podía superar las 40 horas semanales.

«La evolución es siempre a mejor, a menos horas», señala el presidente de Arhoe, pero matiza que hay que hacerlo bien, «sin saltos intermedios, porque podríamos tropezar y caernos». Lo importante para José Luis Casero son dos puntos: el primero, que si se hacen menos horas no repercuta en el sueldo del trabajador y el segundo, que se busquen alternativas para sectores con peso en la economía española en los que parece de más difícil implementación, como la hostelería o el comercio.

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