Cuando hace casi 40 años Antonio Montilla y Manuel Salguero decidieron poner en marcha Atlántica Agrícola en Villena nadie o casi nadie hablaba todavía del concepto de agricultura de precisión: la tendencia cada vez más mayoritaria en el sector, que pretende conseguir cultivos más sostenibles mediante la innovación y el uso de las nuevas tecnologías, que permitan evitar el agotamiento de los suelos o situaciones como la vivida en el Mar Menor por el abuso de los fertilizantes tradicionales.

Era el inicio de los año ochenta y, por aquel entonces, era muy complicado hacer entender a los productores de hortalizas o frutales de la Vega Baja o del Vinalopó que la garrafa de unos pocos litros de bioestimulador que aquellos dos ingenieros llevaban bajo el brazo podía sustituir a camiones enteros de estiércol. Y, además, con un producto de origen natural, porque la primera versión del actual Biocat15 -el producto estrella de la firma- obtenía su componente más importante, el ácido húmico, de desechos de la almendra.

Agricultura de precisión para conquistar China y EE UU

Por suerte, no cejaron en su empeño y hoy en día Atlántica Agrícola es una multinacional con una facturación que supera los 30 millones de euros, que vende sus productos en más de 60 países, a través de una decena de filiales, y que está a punto de dar el gran salto para entrar también en los dos mayores mercados agrarios del mundo: China y Estados Unidos.

En ambos casos, la compañía ha optado por crear nuevas filiales que ya tiene prácticamente constituidas, según explica su actual director ejecutivo, Francisco M. Miguel, que confía en que estos nuevos mercados ayuden a la firma a cumplir con su ambicioso objetivo de duplicar sus cifras en el plazo de cinco años.

Agricultura de precisión para conquistar China y EE UU

La empresa llega preparada a este momento, tras su extensa trayectoria. Como recuerda Miguel, empezaron desarrollando sus productos de nutrición vegetal para los cultivos de hortalizas y frutales de la Comunidad Valenciana, Murcia y Almería, la denominada huerta de Europa. Desde allí extendieron su red a aquellos países con una agricultura similar, es decir, los de la ribera del Mediterráneo y, posteriormente, dieron el salto a Latinoamérica «donde el idioma común facilitaba la labor de divulgación que había que realizar para convencer a los agricultores de los beneficios de nuestros productos», apunta el ejecutivo.

La experiencia rusa

Fue alrededor del año 2008 cuando empezaron a probar también formulaciones para cultivos extensivos -es decir, cereales-, lo que les permitió introducirse en el mercado de los Países del Este de Europa y, sobre todo, Rusia. Precisamente, la experiencia adquirida en los estados de la antigua Unión Soviética es lo que ahora les da cierta seguridad para abordar el mercado americano, con sus inmensas llanuras de cultivos de trigo, maíz o soja. «Creemos que tenemos una muy buena oportunidad allí», asegura el ejecutivo.

En el caso de China, Francisco M. Miguel recuerda que se trata del país más poblado del mundo, lo que supone un desafío para su sector primario, que debe satisfacer las necesidades de alimentación de su enorme volumen de residentes y hacerlo, además, de forma sostenible. Sobre todo ante los problemas de contaminación que sufre, que en el caso del campo se traduce en suelos agotados o sobreexplotados.

«En tecnología agraria, China aún está por detrás de España o Italia, pero ocurrirá como ha pasado con el resto de tecnologías, que se pondrán al día. La tendencia de la agricultura de precisión está llegando allí y queremos posicionarnos y ocupar nuestro lugar», explica el director ejecutivo de Atlántica Agrícola. Y no sólo en China, Francisco M. Miguel recuerda que, en general, toda el área de Asia-Pacífico concentra el mayor volumen de población del mundo.

También Turquía

Junto a China y Estados Unidos, la firma villenense también ha decidido poner en marcha una nueva filial en Turquía, aunque en este caso la compañía ya comercializaba sus productos en el país a través de distribuidores. En total, la compañía destina más del 90% de su producción a la exportación.

Una producción que se realiza íntegramente en su planta de Villena, donde también se encuentra el equipo de investigación. «En este sector se invierte mucho en I+D+i. Vivimos de la innovación y de desarrollar nuevos productos y todo lo hacemos desde aquí», apunta el director ejecutivo de la firma, que asegura que cada año se destina el equivalente a más del 10% de la facturación a este apartado y que atraen «talento internacional» para sus investigaciones.

A lo largo de estos años, al primer Biocat se han sumado más de un centenar de referencias de bioestimuladores, correctores de carencias, fertilizantes foliares, abonos solubles o acondicionadores del suelo, completamente ecológicos. «La agricultura mundial se encuentra en un momento de transición y nosotros somos parte de ese cambio», señala Miguel.

Entre las últimas innovaciones introducidas por la compañía destaca su nueva gama de productos basados en microorganismos. Hongos y bacterias capaces, por ejemplo, de ayudar a las raíces de las plantas a captar más alimento -«es como si las extendieran», explica el responsable de Atlántica-; o de fijar el nitrógeno en el suelo, lo que reduce la cantidad de abono necesario y se evitan situaciones como la ya mencionada del Mar Menor. En otras ocasiones, estos microorganismos son patógenos y sirven para frenar las plagas que atacan al cultivo o crean una simbiosis con la planta para facilitar su desarrollo.

El impacto del covid

En la actualidad, Atlántica Agrícola da empleo directo a unas 200 personas, aunque si se tiene en cuenta la red de distribuidores que tiene por todo el mundo, en la firma calculan que generan un millar de puestos de trabajo. El año pasado lograron crecer alrededor de un 6% en facturación, una cifra que se quedó por debajo de sus expectativas, debido a las consecuencias de la crisis desatada por el covid-19. Paradójicamente, aunque la pandemia favoreció al sector agrario al aumentar la demanda de frutas y hortalizas, el desplome del precio del petróleo provocó un hundimiento de muchas de las divisas de los países donde trabaja la firma, como Rusia o México. De este forma, como reconocen sus responsables, sus productos se encarecieron por efecto del tipo de cambio, lo que impidió cumplir sus previsiones.

Para este 2021, en cambio, confían en volver a un crecimiento de doble dígito -su estimación es de un 15%- en consonancia con la expansión que está experimentando el sector de la agricultura de precisión. Un negocio en el que Alicante y el conjunto de la Comunidad Valenciana cuenta con un buen número de representantes, además de la propia Atlántica Agrícola.

Además de las instalaciones que posee en el polígono industrial de El Rubial, en Villena, Atlántica Agrícola también cuenta con una fábrica en Honduras, donde la compañía elabora buena parte de los extractos vegetales que posteriormente utiliza para sus productos. «Muchos de ellos proceden de plantas tropicales, que no se pueden cultivar aquí y, por operativa, nos resulta más adecuado obtener estos extractos en Honduras», explica el director de la firma. Se trata de plantas como la quassia o la mimosa, originarias de esta zona del planeta. La compañía también tiene una línea que utiliza extractos de algas, otra de las tendencias en auge dentro de la nueva ola de fertilizantes y nutrientes vegetales más respetuosos con el medio ambiente que, poco a poco, se empiezan a imponer en la agricultura en todo el mundo. Muchos de los productos de la firma villenense pueden utilizar para la agricultura ecológica, aunque depende de la legislación de cada país, que varía notablemente.