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Un paraíso entre palmeras

El huerto urbano de Felip logra en medio año implicar a decenas de familias y de asociaciones y tiene en espera a 70 usuarios

Dos usuarios del Hort de Felip, situado en el barrio de El Raval, recolectando calabacines que han crecido en cuestión de meses. | ANTONIO AMORÓS

Un proyecto que triunfa. Después de muchos años de espera para conseguirlo y también de mucho trabajo para lograrlo, Elche tiene su primer huerto urbano dentro del perímetro protegido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Un lugar donde el Ayuntamiento ha recuperado la tradición de cultivar entre palmeras de la mano de la asociación de vecinos de El Raval que lo gestiona.


Cultivar entre palmeras y no solo eso, en un huerto declarado Patrimonio de la Humanidad, ha hecho brotar en tan solo seis meses mucho más que verduras y hortalizas. Lo que está ocurriendo en el Hort de Felip del barrio de El Raval es digno de admiración. Por toda la gente que ha conseguido implicar la agricultura ecológica, por las cosechas que han salido de este lugar y por la cultura que está emergiendo. Y es que entre acelgas, lechugas y sandías, también hay quienes aprenden a tejer o hacen lecturas para visibilizar todo tipo de violencias cotidianas.

Las plantas aromáticas que rodean los cultivos cuidados por mayores y niños. | ANTONIO AMORÓS

Por 60 euros al año los particulares pueden tener una parcela en el huerto urbano ecológico que gestiona la Asociación de Vecinos de El Raval, en el caso de comunidades educativas la cuota es de 150 euros y tienen derecho a utilizarlas durante tres años como máximo. En total hay 37 parcelas, cinco de ellas reservadas a cursos de formación, dos son para el colectivo vecinal y tres las explotan el colegio Reyes Católicos, que está al lado del huerto; el módulo de jardinería del instituto La Torreta y la escuela de adultos Merced Rodoreda. El resto son para mayores de 18 años y hay desde familias, parejas, jubilados hasta personas con discapacidad. Esas parcelas de ocio están asignadas a un responsable que incluye hasta cuatro usuarios autorizados. Tanto está triunfando en tan poco tiempo que ya tiene una lista de espera de 70 personas.

Un cultivador atiende su cosecha de tomates en el huerto urbano ilicitano. | ANTONIO AMORÓS

Y, en el huerto, todo está pensado, desde la organización de los cultivos, hasta el ahorro del agua. En este punto del Palmeral histórico se riega por goteo y se cultivan verduras y hortalizas pensadas para el clima árido que van rotando cada año y que sigue el famoso método de agricultura ecológica de Gaspar Caballero. De este modo, sus agricultores consiguen controlar las plagas de una manera más eficaz y han llenado los pasillos que separan los cultivos de plantas aromáticas. Sus organizadores se refieren al lugar como «jardines comestibles».

Además, el suelo donde cultivan está cubierto por «mulching» o lo que es lo mismo, compostaje y paja para protegerlo del sol que permite que siempre esté húmedo y que haya lombrices a un metro de las plantas, lo que se convierte en el mejor fertilizante natural que existe.

La cosecha

Y todo ello ha permitido que allí, en parcelas de entre 60 y 40 metros cuadrados, crezcan tomates, berenjenas, ñoras, pimientos, acelgas, maíz, lechuga, calabacines, melones, sandías, puerros y cebollas. Para llevar a cabo este proyecto la asociación de El Raval ha contado con expertos en proyectos similares de huertos urbanos, como Mariló Antón del área de Medio ambiente de la Universidad Miguel Hernández y asesores técnicos del Ayuntamiento, administración con la que tienen un convenio para la gestión del Hort de Felip. También tienen la ayuda de personas anónimas que comparten su gran experiencia y su sabiduría sobre el cultivo ecológico. Hay desde asociaciones como Margalló Ecologistes en Acció que están muy implicadas con el compostaje del huerto y voluntarios que cada domingo ayudan a limpiarlo y a plantar plantas aromáticas.

No obstante, los vecinos de El Raval creen que la receta del éxito de este huerto ecológico, nacido por primera vez en el Palmeral histórico donde hacía décadas que no se cultivaba y la tierra era fértil, es la ilusión de la gente. «Hemos comido frutas, verduras y hortalizas desde la familia hasta los vecinos», afirman.

Mujeres tejen ganchillo en el Hort de Felip, donde acuden cada miércoles. | ANTONIO AMORÓS


Tejer ganchillo y visibilizar la violencia doméstica

En el Hort de Felip además de verduras, frutas y hortalizas, están cultivando la cultura. Este espacio se ha convertido en el punto de encuentro semanal de un grupo de mujeres que tejen en público con ganchillo cada miércoles por la tarde, donde también tienen en marcha un proyecto conocido como «Latidos de mariposas contra la violencia de género». Trabajan, a través de la lectura, la violencia cotidiana, desde la del hombre hacia la mujer, hasta la que sufren los ancianos, el colectivo LGTBI, hasta la que padecen mujeres en fase de menopausia. Hablan, leen y comparten. La Asociación de Vecinos de El Raval también ha organizado talleres para hacer en un futuro, entre otras cosas, conservas y jabón y cuentan con un programa de animación.


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