La industria de las energías renovables tiene un gran trabajo por delante. El sector afronta el nuevo año con importantes frentes y el gran reto de acelerar la transición energética para alcanzar los objetivos marcados para el año 2050, y para lograrlo, hay tres claras tendencias que están marcando el mercado: la digitalización del sector energético para competir con las energías tradicionales (gracias a la reducción de precios); la búsqueda de acuerdos de colaboración para combatir el cambio climático desde todos los ámbitos, y una red eléctrica más segura y con mejor almacenamiento.

Reducir precios para competir con las energías tradicionales

Aunque nos encontramos en plena transición, los sistemas energéticos aún dependen, en gran medida, de los combustibles fósiles. Si esto no cambia rápidamente, cumplir con los objetivos propuestos para 2050 por el Ministerio para la Transición Ecológica va a ser imposible. Es por ello que la inversión en renovables y la disminución de sus precios son elementos imprescindibles.

A día de hoy, hay dos factores que están ayudando en la rápida disminución de los costes de la transición energética. Primero, el progreso técnico y el aumento de la demanda global están dejando caer los costes de inversión en energías renovables. Y, segundo, el sector se está volcando en la digitalización y está consiguiendo una rápida disminución de los costes de operación de las energías renovables.

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Colaborar para cumplir con los objetivos «2050» planteados

Cada vez hay más estados que se comprometen a alcanzar el objetivo de contar con una red de energía 100% renovable para 2050. Para cumplir con ello, deben colaborar junto con el sector privado, así como con la propia sociedad para trabajar en conjunto, con el objetivo de promover el crecimiento de las energías renovables.

Además, las empresas cada vez están más comprometidas y tienen unos planes de responsabilidad social más fuertes, ya que la sociedad está cada vez más concienciada de la necesidad de actuar y las empresas saben que son parte fundamental del cambio. Por ello, los estados deben innovar tecnológicamente y adaptar marcos legislativos en pro de las energías limpias, para poder realizar una transición energética eficaz.

Gracias a la digitalización, los Gobiernos pueden contar con herramientas de IoT (Internet de las Cosas), en combinación con la inteligencia artificial, para hacer frente a las distintas dificultades y repercusiones que surjan durante la compleja transición energética.

Así se puede realizar una correspondencia optimizada entre la generación de energía y la demanda a nivel regional, creando un nuevo futuro energético caracterizado por un enfoque más centrado en la demanda, en el que el suministro de energía siga unos perfiles de carga específicos, aspecto necesario para los Gobiernos en esta importante transición.

Mejorar la red y asegurar el almacenamiento de energía

El aumento de las temperaturas y la inestabilidad climática están provocando caídas en la red eléctrica, por lo que, entre otros puntos, se requiere aumentar su resistencia.

Además, el almacenamiento de la energía crece progresivamente y se espera un aumento en la electrificación debido al incremento de coches eléctricos y edificios inteligentes, por lo que se precisa de un seguimiento y control de la demanda y la producción, así como de unas tecnologías de almacenamiento avanzadas y seguras.

Esto es difícilmente aplicable en muchos países a día de hoy, ya que depende de modificaciones en los marcos regulatorios, por lo que los gobiernos deben tener este tema en primera página de su agenda para este año.

Como bien se indicaba en el informe WEO 2019 de la Agencia Internacional de la Energía, gran parte de la culpa con el incumplimiento de los objetivos climáticos recae en los gobiernos, por no realizar políticas más atrevidas contra el cambio climático aun teniendo los medios para llevarlas a cabo.

Con el fin de que estas tendencias sean adoptadas por los diferentes países europeos, la Comisión Europea, además, presentará diferentes propuestas legislativas, como convertir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) en un «Banco Climático» que invertirá un billón de euros hasta 2030 para financiar proyectos sostenibles

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